La narrativa breve de Onetti. Ensayo


La narrativa breve de Onetti
Aurora M. Ocampo, Universidad Nacional Autónoma de México

Se han publicado varios volúmenes de Juan Carlos Onetti, con el título de Cuentos completos, pero en realidad sólo han sido, la mayoría de ellos, la reunión de algunos de sus relatos.1 Monte Ávila Editores, de la ciudad de Caracas incluyó "Un sueño realizado", "Bienvenido Bob", "Esbjerg en la costa", "La casa en la arena", "Historia del caballero de la rosa y de la virgen encinta que vino de Liliput", "El álbum", "Mascarada", "El infierno tan temido", "Jacob y el otro" y "Justo el treintaiuno", diez
cuentos de los mejores del narrador rioplatense, ni duda cabe, pero que aún en 1968, fecha de esta edición, estaban notoriamente incompletos, no obstante que meses antes de ese mismo año, la misma editorial había publicado también un volumen bajo el título de Novelas cortas completas, en la que se incluía dos textos que después, en otras ediciones, serían incluidos como cuentos. Las novelas cortas de esta edición fueron "El
pozo", "Los adioses", "La cara de la desgracia", "Tan triste como ella" y "Para una tumba sin nombre". De éstas, "La cara de la desgracia" y "Tan triste como ella", son los textos incluidos como cuentos en otras ediciones, por ejemplo, la de Ruffinelli en 1972 y la de Alfaguara, España, en 1994.
La de Ruffinelli, publicada por Ediciones Corregidor de Buenos Aires,
Argentina, en su Serie Popular, número 52 fue, hasta esa fecha, la única
edición realmente completa de los cuentos de Onetti. Ruffinelli prologa
y recoge en ella 22 cuentos, incluyendo los anteriores a "Un sueño
realizado", rescatados de publicaciones periódicas. La edición de Cuentos
completos, Alfaguara, 1994 añade los relatos publicados después de 1972
más dos inéditos, en resumen 15 relatos más, lo que hace un total de 37.
Frente a esta edición, a la que le falta el ya citado "Nueve de Julio" y que
considera como cuentos a las dos ya citadas novelas cortas: "La cara de
la desgracia" y "Tan triste como ella" más otras tres: "Jacob y el otro",
"La novia robada" y "La muerte y la niña" y dos fragmentos de la primera
novela perdida de Onetti Tiempo de abrazar, cabe preguntar: ¿Por qué
entonces no incluyeron las otras tres novelas cortas de Onetti: "El pozo",
que tiene la mitad de páginas que "La muerte y la niña" y "Para una
tumba sin nombre" y "Los adioses" de similar número de páginas? Con
estas tres novelas cortas no incluidas más el cuento "Nueve de Julio", la
narrativa breve de Onetti hubiese estado, tal vez, realmente completa.
Sin embargo y después de estas reflexiones bibliográficas, esta edición
de 1994 nos ha permitido, al releer en orden cronológico las narraciones
de Onetti, comprobar la unidad e íntima interrelación que existe en su
obra, así como el hecho de que, desde sus primeros textos, el autor explora
variantes de los temas que siempre le interesaron o, tal vez, sería mejor
decir, ahonda en las experiencias que siempre lo obsesionaron.
En 1980, en el homenaje que la Universidad Veracruzana le tributara a
Onetti en Xalapa, presenté una ponencia2 que llevaba un epígrafe del
propio narrador uruguayo: "Mi literatura es una literatura de bondad".
Nada creo, es más cierto, ya que Onetti nos obliga, al leerlo, a enfrentarnos
con nosotros mismos.
En alguna ocasión Juan Carlos Onetti comentó que toda su obra
literaria aspiraba a narrar la aventura del hombre, es decir, el anhelo
excepcionalmente satisfecho, de comunión con los demás seres y con lo
que nos rodea. Nuestra existencia es, en todas sus dimensiones, una
confrontación perenne de dos elementos heterogéneos: el hombre y su
antagonista, ese 'otro' - que no es el hombre y que sentimos lo envuelve
y lo aprisiona - llamado sociedad, circunstancias (contextos según
Carpentier), prójimo, naturaleza, mundo, universo o Dios. Esa dualidad
o contraposición, es siempre una lucha, magnífico combate, cualesquiera
sean las formas y carices que adopte: angustia o alborozo, tragedia o
comedia. Esta polémica, que constituye la sustancia misma de que está
hecha nuestra vida, radica en la necesidad de que el hombre y lo que lo
rodea - extraños y heterogéneos entre sí - se hagan homogéneos, es decir,
se identifiquen. Y esta lucha es el gran tema de la narrativa de Onetti.
La empresa vital del hombre consiste, lo quiera o no, en afanarse en
identificar, en fundir el universo y su persona. Todas las dimensiones de
nuestra actuación se ocupan esencial y exclusivamente en esto. Pero hay
una que por ser la principal es a quien compete el rango supremo en el
repertorio de las actividades humanas, el conocimiento. El conocimiento
como la aprehensión del ser, de lo real por el pensamiento, y una forma,
un método de conocimiento es la narrativa misma. Forma híbrida, como
diría Sábato, porque participa de la razón y de la intuición, del sujeto y
del objeto, del consciente y del subconsciente como todo arte, pero aún
más complejo porque su instrumento es el lenguaje, el cual tiene a su
alcance todo el conocimiento humano. 'Mientras se creyó que la realidad
debía ser aprehendida por la sola razón, la literatura parecía relegada a
una tarea inferior, heredera vergonzante de la mitología y la fábula,
actividad tan adecuada a la mentira como la filosofía y la ciencia a la
verdad'. Pero cuando se comprendió, después de la revolución iniciada
por Nietzche y Schopenhauer y continuada por Freud y los surrealistas,
que no toda la realidad era la del mundo físico, ni siquiera la de las
especulaciones sobre la historia o las categorías; cuando se advirtió que
también formaban parte de la realidad los sentimientos y las emociones,
lo que se sueña y lo que se imagina, entonces se concluyó que las letras
eran también un instrumento de conocimiento, uno de los más capaces
de penetrar en el misterioso territorio del hombre. De ahí que la soledad,
el absurdo, la angustia, la esperanza, la búsqueda del absoluto, el amor y
la muerte sean los temas perennes de toda gran literatura.
Pero es evidente que se ha necesitado esta crisis mundial de la civilización
en que vivimos, este principio de apocalipsis que ya sufrimos para que
los problemas eternos del ser adquirieran su universal, su terrible y desnuda
vigencia, y es Onetti uno de los escritores contemporáneos que más hondo
los toca. Fue él también uno de los primeros en mostrar la sutil trama
que vincula lo más profundo de la subjetividad de un ser humano con lo
más externo de la objetividad y en opinar que el narrador debe tratar de
dar la descripción total de esa interacción. Los personajes de Onetti nos
van a ser revelados en su más profunda interioridad a partir de sus actos
y modales, de su apariencia física y de su conducta. En suma, la realidad
en Onetti no sólo es la externa de la que nos habla la ciencia y la razón,
sino también es ese mundo oscuro infinitamente más importante para la
narrativa del uruguayo que el otro. Ya Linacero, el protagonista de su
primera novela corta, El pozo, aspiraba a contar 'la historia de un alma,
de ella sola, sin los sucesos en que tuvo que mezclarse, queriendo o no'.
Onetti busca en el hombre su esencial condición humana, su misteriosa
relación con el mundo, intentando encontrar un sentido a su existencia
en la exploración despiadada de sus contradicciones, de sus abismos y
límites y en su enfrentamiento crucial del hombre con su otra realidad:
el ser humano del otro sexo; de ahí que uno de sus temas fundamentales
sea la mujer. Como el ser humano es el centro de su reflexión narrativa,
Onetti gusta analizarlo en dos de los momentos más críticos de su vida:
la madurez y la adolescencia.
El hombre es una realidad esencialmente insatisfecha de sí misma que
en esta sociedad de consumo en que vivimos siempre está deseando ser
otra cosa de lo que es. Ya vimos que el meollo de toda vida humana es
una ontológica nostalgia de 'lo otro', que se traduce en una permanente
tensión de lo que no se es o de lo que se pudo haber sido, o de lo que se
intuye que se puede ser. Tanto más 'sí mismo' llega a ser el hombre cuanto
más fiel permanezca al deber de 'ser otro', en el sentido de enriquecimiento
espiritual, pues lo que diferencia específicamente al hombre del resto de
los seres vivos es que su voluntad de vivir no se traduce sólo en la
conservación de la vida, sino también en su evolución espiritual, y este
deseo de perfección ético sólo se logra, para Onetti, mediante la vivencia
del amor. Sólo se podrá ser 'otro', es decir mejor de lo que se es, en la
medida en que permanezcamos abiertos al 'otro' y nos entreguemos
generosamente a su servicio, lo cual supone colaborar con él en su propio
enriquecimiento personal (en nuestro propio enriquecimiento espiritual),
ayudar al otro a ser otro.
Cada cuento de Onetti, cada novela, es un intento de explicarse, de
introducirse de lleno y para siempre en la vida, y el dramatismo de sus
ficciones deriva precisamente de una reiterada comprobación de que todo
le es ajeno, de la forzosa incomunicación que padecen los protagonistas,
y por ende, el autor, el propio Onetti, 'es el fracaso esencial de todo
vínculo, el malentendido global de la existencia, el desencuentro del ser
con su destino'. El ser humano difícilmente logra la unión con el mundo,
por lo general nuestro problema es precisamente ése. No podemos
introducirnos en la vida. De esa carencia arranca, paradójicamente, en los
protagonistas de la narrativa de este extraordinario escritor, otro camino,
otra posibilidad muy bien observada en los seres humanos, la de crear un ser
imaginario, un otro yo que se confunde con su existencia. Un ejemplo es la
creación de Brausen: Díaz Grey, en La vida breve. En el cuento "Un sueño
realizado", ya no es la intrusión de la imaginación o del sueño en la vigilia,
sino la realidad forzada a seguir los pasos del sueño. La protagonista, una
rechazada que no pudo introducir su soledad en la vida de los otros, ha
sentido sólo en un sueño lo que es ternura, comunicación, de ahí que quiera
verlo representado, realizado, y morir después.
En la entraña de sus cuentos, sólo aparentemente duros y cínicos,
agresivos en muchos casos, como gritos desesperados en busca de amor,
encontramos en los personajes de Onetti una sensibilidad que se resiste a
aceptar que la vida sea sólo corrupción y sordidez, y vuelven empecinados
la cara hacia el recuerdo de una frescura, como la protagonista del cuento
antes citado, o el de "La cara de la desgracia", para el que fue suficiente
un momento pleno de realización amorosa, para no importarle nada
después, ni siquiera que lo acusen de asesinato. El hombre, para el escritor
uruguayo, debe cuidar de sí mismo, debe buscar y salvar sus propias
esencias; todo esto se convierte en un rígido imperativo moral, puesto
que tenemos la obligación, el deber de conservar lo único que nos ha
sido otorgado: nuestro propio ser, 'cuando estamos a un paso de aceptar
que, en definitiva, sólo uno mismo es importante, porque es lo único
que nos ha sido indiscutiblemente confiado'.
Decíamos que a Onetti le interesa el ser humano, sobre todo en esa
segunda crisis de su existencia, que se localiza alrededor de los cuarenta
años, edad en la que el hombre común y corriente se encuentra fatigado
y lleno de desaliento porque no ha logrado realizarse. Es una especial
etapa en la que los seres humanos, en medio de la sociedad mercantilista
de nuestra época, nos detenemos a reflexionar y nos sentimos vacíos,
deshabitados, convertidos en mecánicas formas de vida, en donde lo
cotidiano se ha transformado en implacable rutina. Momento crucial en
que se nos hace patente que estamos agotados de representar papeles en
la vida que, en cierta forma, nos obligan e imponen los demás, cansados
de colocarnos diversas máscaras que creemos nos ayudan a ubicarnos en
circunstancias diversas. En fin, la época en que nos damos cuenta que ha
llegado el momento de realizar un rastreamiento profundo de nuestra
realidad subjetiva, de llevar a cabo una reflexión ontológica para
vislumbrar nuestro destino, detenernos, por fin, a pensar en cada uno de
nosotros como en 'un amigo al que no se ha prestado nunca la debida
atención y al que, tal vez, sea posible ayudar'.
Onetti piensa que el hombre a lo largo de toda su existencia puede
vivir muchas vidas, multiplicándose y transformándose en otro sujeto

con otras características que lo impulsen a seguir actuando dentro de
una realidad concreta, lo único latente e inmutable es su alma, su espíritu.
'Es otra cosa, nos dice, es que la gente cree estar condenada a una vida,
hasta la muerte. Y sólo está condenada a una alma, a una manera de ser.
Se puede vivir muchas veces, muchas vidas más o menos largas'. Y estas
vidas breves, más o menos largas, el narrador las recreó en cada uno de
sus cuentos y novelas, cortas o largas, en las que vivió muchas veces
hasta su muerte física, pero condenado en todas ellas a una misma manera
de ser, a unos mismos anhelos y obsesiones. Esta capacidad de
pluralización de vidas fue, en cierto modo, una búsqueda de la salvación
en cada posibilidad de enfrentarse consigo mismo, en cada una de sus
narraciones, en cada personaje, en cada hombre, mujer, niña o adolescente
de sus historias. ¿Y qué es lo que enfrenta su creador en ellas? ¿lo que
enfrentan sus personajes?: La soledad, la depresión, la tristeza, el
acabamiento, la incomunicación... la soledad, este aislamiento existencial
que el hombre suele asumir, por lo general, con angustia y desesperanza.
Para Onetti la soledad es una circunstancia vital que cada ser humano
debe aceptar en sí mismo para después superarla íntegramente. Lo mismo
dice acerca de la tristeza, es decir, el ser humano debe tener conciencia de
ella, reconocerla, amarla, comprenderla, merecerla, para quedar libre da
la amargura y la desilusión. Así pues, tanto la soledad como la tristeza
cumplen su función en tanto que nosotros nos entregamos a ellas con el
objeto de trascenderlas. La soledad es también una manera de encontrarnos
a nosotros mismos, de descubrir ciertos rostros ocultos que permanecen
silenciosos en nuestra realidad subjetiva. El hombre que se encuentra
solo tiene la posibilidad de desnudarse a sí mismo, mirando y cuestionando
cada una de las facetas que le proporcionan su ser esencial. La soledad
es, por tanto, un momento de autoconfesión, un encuento con la verdad,
un enfrentamiento con lo radicalmente auténtico, como en el caso de
Risso, del cuento "El infierno tan temido", uno de los más hermosos,
complejos y bien escritos de este increíble narrador. En este cuento son
vistos, aún más nítida y profundamente, lo que el escritor intuye de la
mujer y del amor, del hombre maduro y de la incomunicación, de lo que
somos y de lo que nos obligan y nos obligamos a aparentar ser. Analizar
este cuento equivale a hundirse en la médula del estilo y las
preocupaciones de Onetti, de sus obsesiones y de sus deslumbramientos,
en pocas palabras, del infierno de su subconsciente. Este descenso en las
profundidades del yo que nos presentan sus historias, este enfrentarse
consigo mismo sin concesiones, ha sido la salvación de Onetti. La
salvación en la escritura. La salvación por el arte.

NOTAS
1 Ni siquiera las Obras Completas de Aguilar incluyeron todos los cuentos
publicados de Onetti hasta la fecha de su edición: 1970.
La narrativa breve de Onetti 175
"La mujer en El infierno tan temido", Texto Crítico. Revista del Centro
de Investigaciones Lingüístico-Literarias de la Universidad Veracruzana,
18-19 (jul-dic, 1980), 223-34.

Fuente:
http://cvc.cervantes.es/obref/aih/pdf/12/aih_12_7_024.pdf.
http://aurora-m-ocampo.blogspot.com

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