Sabines: el escribano de la vida


He mirado a estas horas muchas cosas sobre la tierra
y sólo me ha dolido el corazón del hombre

Sabines


Jaime Sabines fue, según sus propias palabras, el “escribano de la vida”. Su poesía, efectivamente, trata de la vida y de la muerte, ésta como la otra cara de la vida. En La señal, su segundo poemario, aparece un poema que me ha impactado siempre, desde hace ya más de cuarenta años que lo leí:


“Alguien me habló todos los días de mi vida

al oído, despacio, lentamente.

Me dijo: ¡vive, vive, vive!

Era la muerte”.


Hoy estamos reunidos para celebrar los 80 años de su nacimiento, se cumplen el 25 de marzo, fecha en que nació en Tuxtla Gutiérrez, capital del Estado de Chiapas, en 1926. Curiosamente por estas fechas ha salido al público también el t. VIII de nuestro Diccionario de escritores mexicanos. Siglo XX, que abarca a los escritores cuyos apellidos empiezan con las letras S y T, y uno de los primeros que aparecen en él, es precisamente Jaime Sabines, con la bibliografía, hemerografía y referencias críticas tal vez más completas del poeta. Le faltaban sólo seis días para cumplir 73 años, cuando murió en la Ciudad de México, el 19 de marzo de 1999. Tres años antes, en 1996, se le rindió un gran homenaje nacional por sus 70 años; pero el homenaje más sentido fue el recital que, en silla de ruedas, ofreció ese mismo año de su cumpleaños número setenta, ante un numeroso público que lo ovacionó de pie en numerosas ocasiones, en la Sala Nezahualcóyotl de la Universidad Nacional Autónoma de México. Sabines llegó a ser, al final de su vida, el poeta más popular y el más querido de México...

Hizo sus estudios primarios y de enseñanza media en su ciudad natal. Publicó sus primeros poemas en 1943, en el periódico del Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas: El Estudiante, del cual llegó a ser director. En 1945 viajó a la ciudad de México para estudiar medicina, carrera que abandonó tres años después para dedicarse a la poesía. En 1949 se inscribió en la Facultad de Filosofía y Letras, de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde hizo contacto con los escritores de su generación, como Efrén Hernández, Sergio Magaña, Sergio Galindo, Rosario Castellanos, Emilio Carballido y Luisa Josefina Hernández. Por enfermedad de su padre, en 1951, regresa a Tuxtla y se hace cargo de la tienda de telas de su hermano Juan: “El Modelo”. Regresó a la Ciudad de México en 1959 a trabajar en una fábrica de alimentos para animales que su hermano Juan acababa de instalar, actividad que realizó durante diecisiete años y que le permitió conocer ampliamente a la capital de la República, al tener que recorrerla para entregar los pedidos, sin dejar, por supuesto, el ejercicio de la poesía. Obtuvo por esos años el Premio Chiapas que otorgaba el gobierno de su estado a personalidades de la cultura, la ciencia y el arte. Fue becario del Centro Mexicano de Escritores; viajó a La Habana en 1965 para integrarse al Jurado del Premio Casa de las Américas. En 1972, recibió el Premio Xavier Villaurrutia; en 1982, el Premio Elías Sourasky y, en 1983, el Premio Nacional de Ciencias y Artes en la rama de Lingüística y Literatura. A lo largo de su vida, recibió varios homenajes, como el de Guadalajara, Jalisco, en 1983; el del Centro Libanés, en 1984; el que le brindaron la UNAM y el Instituto Nacional de Bellas Artes, en 1986, por sus sesenta años; en ese mismo año el gobierno de Tabasco le entregó la Presea Juchitán de Plata, en Villahermosa. Desempeñó el cargo de diputado por el estado de Chiapas de 1976 a 1979, y por un distrito de la Ciudad de México, en 1988. En 1991 el Consejo Consultivo del Departamento del Distrito Federal le otorgó la Presea Ciudad de México y, en 1996, un último Homenaje Nacional en vida por sus 70 años, en el Palacio de las Bellas Artes; ese mismo año ganó el Premio Mazatlán de Literatura. En 1997 recibió la Medalla de Honor de la Sociedad General de Autores y Editores de España, en Madrid. Por esos años su salud empeoró y fue hospitalizado en varias ocasiones, desde que años antes, en un acto político, al haber sufrido una caída, se fracturó el fémur de la pierna izquierda, por lo que fue sometido a más de treinta y tres operaciones. Su hijo Julio recibió en su nombre el Primer Premio de Literatura México otorgado por la Feria del Libro de la Ciudad de México, en 1998. El 23 de abril de 1999, póstumamente, se le hizo otro Homenaje Nacional en el Palacio de las Bellas Artes, organizado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, el INBA, el ISSSTE e Instituciones Estatales de Cultura.

Como poeta, Jaime Sabines preside por derecho propio, una generación de poetas chiapanecos que ha alcanzado especial renombre en la historia de nuestras letras: baste nombrar a Rosario Castellanos, Juan Bañuelos, Óscar Oliva y Elva Macías como ejemplos. Desde su primer libro Horal, publicado en 1950, Sabines sorprendió gratamente con una poesía de riguroso desafío, escrita no sólo con el corazón, sino con todas las entrañas. Todo lo que conforma la realidad cotidiana lo convirtió en material poético: más que poesía, sus textos son vida palpitante, la hermosa y dolorosa vida a la que el poeta se entregó totalmente. La poesía se le dio desde el principio, los temas que le preocuparon y que están presentes en toda su obra fueron, como ya lo dijimos, la vida y la muerte, y por ende, algo que tiene que ver con esos dos, cuando se vive la vida y la muerte tan apasionadamente como lo hizo Sabines: la soledad y el amor. En su segundo poemario, La señal, publicado en 1951, la desolación de su libro anterior se acentúa... Tarumba, publicado en 1956, es el testimonio de la inadaptación y la soledad en lenguaje directo, claro y objetivo, y un profundo sentido sensual, ya puesto de manifiesto en su poesía anterior, lo que le permitió adueñarse plenamente de su realidad. Diario semanario, publicado en 1961, presenta un universo poético clasificado y coherente y a su autor como uno de los mejores poetas mexicanos contemporáneos, el cual sabe recrear la vida cotidiana en toda su compleja y misteriosa esencia. A la primera aparición de la edición de Recuento de poemas, en 1962, la cual recoge sus libros anteriores más poemas sueltos, le han seguido varias ediciones más, cada una enriquecida con poemas y poemarios publicados entre ellas. Nuevo recuento de poemas, publicado en 1977 recoge, además de los libros y poemas de Recuento de poemas: Yuria, de 1967, Maltiempo, de 1972 y Algo sobre la muerte del Mayor Sabines, de 1973, escrito a raíz de la muerte de su padre, ocurrida en 1972, éste es su poema más largo y desgarrador, tal vez su obra maestra. Este Nuevo recuento de poemas se reeditó, cada vez con nuevos poemas sueltos, en 1983, 1986 y, en 1991, bajo el título de Otro recuento de poemas. En la última edición que recobra el título inicial, Recuento de poemas 1950-1993, publicada por primera vez en 1997, tuvimos por fin, su poesía reunida. Nos preguntamos ¿Está realmente toda? Habría que revisar los poemas que publicó en antologías, revistas, diarios y suplementos de la ciudad de México y la provincia para que se pudiese algún día publicar realmente, su obra poética completa; así como preguntarle a su hijo Julio si la familia no tiene por ahí obra inédita de su padre. Esa poesía que es, a fin de cuentas, un diálogo consigo mismo y por ende, con nosotros sus lectores, que al hacernos cómplices de ella, como él, nos sentimos solos; como él, nos rebelamos; como él, amamos y como él dialogamos con la vida y con la muerte. Sabines ha logrado ese diálogo con seguro instinto poético y con dolida ternura, lo que hace de su poesía algo entrañablemente nuestro. Su obra, como la de Neruda, ha sabido penetrar y expresar el alma de los seres humanos que pueblan nuestra América.

Aurora M. Ocampo
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