El Centro de Estudios Literarios


Hoy, que es casi cincuentón el Centro de Estudios Literarios, acabamos de cumplir, en octubre, cuarenta y siete años de existencia, festejamos los fructíferos y juveniles primeros treinta años del Instituto de Investigaciones Filológicas, fundado por el doctor Rubén Bonifaz Nuño.

    Efectivamente, el Centro de Estudios Literarios, hoy departamento del Instituto, es el más antiguo de los centros y seminarios que conforman el Instituto de Investigaciones Filológicas. Fue fundado en octubre de 1956 por Julio Jiménez Rueda, su primer director, María del Carmen Millán y tres estudiantes becarios: Ana Elena Díaz Alejo, Ernesto Prado Velázquez y una servidora. Fuimos autónomos durante 17 años.

    Dos fueron los objetivos del Centro desde su fundación: llenar las lagunas que existían sobre la historia de la literatura mexicana y lograr algún día convertirnos en Instituto, logro que se alcanzó hasta 1973 en que el maestro Rubén Bonifaz Nuño, como ustedes ya saben, reunió nuestro Centro con el suyo, el de Estudios Clásicos; el de Lope Blanch, de Lingüística y el Centro de Estudios Mayas, del doctor Ruz.

    Para empezar a investigar la historia y devenir de nuestra literatura, nos dimos cuenta, en esos remotos años finales de la década de los cincuenta, que primero teníamos que emprender una serie de trabajos bibliográficos, sin los cuales no es posible conocer y analizar el trabajo literario de nuestros escritores. Todo el que tenga una actividad intelectual, llámese investigador, escritor, profesor o estudiante, antes de iniciar un estudio, recurre a la primera ciencia auxiliar del trabajo intelectual: la bibliografía. El que se aventure a desarrollar un tema sin esta previa consulta, de seguro perderá la verdadera fuente de información y la oportunidad de aprovechar las experiencias y los resultados a que otros han llegado. Por otra parte, la bibliografía, considerada como inventario de la producción intelecutal de un país, constituye el índice de su cultura.

    Por todo lo anterior los primeros trabajos elaborados en el Centro de Estudios Literarios, fueron, primero, los Indices de revistas literarias; segundo, la creación de un banco de datos que recogiera la producción y las referencias críticas de nuestros escritores, la base de lo que después fué mi tesis de maestría y dos años después, de nuestro Diccionario de escritores mexicanos y tercero, las ediciones críticas de las obras de escritores representativos y claves de nuestra historia literaria como José Joaquín Fernández de Lizardi; que coordina María Rosa Palazón, y del cual van catorce volúmenes publicados; Manuel Gutiérrez Nájera, que coordinó Ana Elena Díaz y actualmente Yolanda Bache, once tomos hasta ahora  y José Juan Tablada, que lleva seis volúmenes editados.

    Concientes de que la mayor parte de nuestra literatura se encuentra en publicaciones periódicas, comenzamos a revisar las más importantes hemerotecas de la capital en busca de las principales revistas del siglo XIX. Pocos años después de fundado el Centro de Estudios Literarios teníamos ya formada nuestra propia hemeroteca. Tres de las adquisiciones más importantes de revistas fueron: de la hemeroteca particular del historiador José María Luján, al que le compramos varias colecciones del XIX; la de don Julio Jiménez Rueda que nos legó en vida su biblioteca de más de diez mil volúmenes y, en 1978, de la hemeroteca de Huberto Batis.

    El surgimiento de las revistas literarias en nuestro país fue un producto de las condiciones sociales derivadas del movimiento de Independencia. Del comienzo de la época romántica aquí en México, son los índices de autores, inéditos hasta hoy, del Registro Yucateco. Periódico literario de Mérida (1845-1846), y El Repertorio Pintoresco, también de Mérida (1863), elaborados por María Rosa Palazón cuando ingresó al Centro de Estudios Literarios en 1965. Igualmente inédito se encuentra el Indice de El Ateneo Mexicano (1844), elaborado por Raúl Ávila, uno de los múltiples estudiantes que han pasado por nuestra institución.

    Al triunfo de la República en 1867, sucedió una paz relativa que hizo posible, otra vez, el surgimiento de las actividades literarias, actividades alentadas sobre todo por Ignacio Manuel Altamirano, y que se verían coronadas el 2 de enero de 1869 al aparecer la primera entrega de su revista semanaria, El Renacimiento, caracterizada por su imparcialidad, su tolerancia, y su fe en el porvenir de México. Los Indices de El Renacimiento. Semanario Literario Mexicano de 1869, elaborados por Huberto Batis y publicados por el Centro de Estudios Literarios, en 1963, nos dicen, en su estudio preliminar, que Altamirano ofreció las páginas de su revista a escritores y estudiosos de todas las ideologías. El Renacimiento tuvo además, alcance nacional, al reunir escritores de varios estados de la República, sin olvidar a los extranjeros que residían en el país. José Luis Martínez afirmó de esta revista que fue el documento mayor de nuestras letras en esa centuria. La segunda época de El Renacimiento (1894), cerró el ciclo del romanticismo en México. En ella se pasó la antorcha a la Revista Azul, que inauguró el modernismo mexicano. Esta revista vivió dentro de la tercera reelección de Porfirio Díaz. Entre El Renacimiento, la revista de Altamirano, y la Revista Azul, surgieron:

1o. El Domingo. Revista Literaria Mexicana (1871-1873), de la cual el Centro de Estudios Literarios publicara, en 1959, su primer volumen de Indices, elaborados por Ana Elena Díaz Alejo, Aurora M. Ocampo y Ernesto Prado Velázquez y que coincidió, curiosamente, con el nacimiento de mi primer hijo.

2o. El Nacional. Periódico Literario de los años de 1880 a 1884, que diera lugar al segundo volumen de nuestros índices, elaborados por Ana Elena Díaz Alejo Y Ernesto Prado Velázquez y publicados en 1961;

3o. La Juventud Literaria. Semanario Mexicano (1887-1888), que fue estudiado por Irma Kraus durante los años en que trabajó en el Centro de Estudios Literarios y que le sirvió de tesis en 1965, y

4o. la Revista Nacional de Letras y Ciencias (1889-1890), la revista de Justo Sierra, cuyo índice fue elaborado por Celia Miranda Cárabes y publicado por nosotros en 1980.

    Correspondió a Manuel Gutiérrez Nájera representar con la Revista Azul (1894-1896), la herencia de prestigio que caracterizó a El Renacimiento de 1869. Ana Elena Díaz Alejo y Ernesto Prado Velázquez publicaron en 1968, los índices de esta importante revista. Su mérito consistió en superar las formas anquilosadas y abrir las puertas a otras literaturas, especialmente a la francesa, sin que importara el desvío de los cánones establecidos. Este ideal, fundamentalmente estético, fue característico de la tendencia modernista. Manuel Gutiérrez Nájera, al fundar la Revista Azul, pensó en una publicación no sólo para México, sino para toda nuestra América; de ahí la presencia constante en sus páginas de escritores de todo el Continente, otro de sus grandes méritos. Tocó a la Revista Moderna (1898-1903), seguir los pasos que los precursores habían abierto al nuevo camino de la poesía en Iberoamérica, continuando con una actitud rebelde y abierta a todas las literaturas. Los índices de esta revista publicados en 1967, fueron elaborados por Héctor Valdés, quien nos dice que la mayor parte de estos modernistas llevaron una inquieta y amarga bohemia, a excepción de Jesús E. Valenzuela que se consideraba "la nota alegre" en medio de la tristeza de los demás. Su vida sobresalió por su cordura, en contraste a la avidez por toda clase de experiencias de la mayoría de los poetas de esta corriente. En él radicó la estabilidad y larga vida de la Revista Moderna.

    Hasta aquí los índices de las revistas del siglo XIX. En 1981 sale al público el Estudio e Indice de Letras de México. Gaceta literaria y artística, elaborados por Lourdes Franco, inaugurando la etapa de los índices de revistas del siglo XX. Letras de México, documento de la inquietud vital de su fundador y director, Octavio G. Barreda, publicada en la década de los cuarenta señala, indudablemente, uno de los momentos más importantes de nuestra cultura: una serie de procesos, no sólo de carácter literario sino ideológico y político, íntimamente relacionados con nuestra literatura. Los estudiosos del devenir de la  cultura en el México contemporáneo, no pueden prescindir de la consulta de revistas como Letras de México, El Hijo Pródigo, Contemporáneos o Taller. De estas tres últimas se iniciaron los índices y sus respectivos estudios preliminares en 1978, bajo la dirección de Huberto Batis. Guillermo Sheridan publicó los Indices de Contemporáneos (Revista Mexicana de Cultura, 1928-1931), en 1988, originalmente concebidos como el apéndice de su estudio Los Contemporáneos ayer, publicado tres años antes por el Fondo de Cultura Económica y bajo los auspicios del Centro de Estudios Literarios. Los índices de Taller los inició Ambra Polidori cuando trabajó en nuestro Centro, el estudio preliminar le sirvió como tesis de licenciatura.

    En la decada de los noventa, el Centro de Estudios Literarios contempló la posibilidad de continuar las ediciones facsimilares de las revistas literarias del XIX iniciadas en nuestra colección "Fuentes de la Literatura Mexicana" con las ediciones que hicieron, Batis de El Renacimiento y Ana Elena Díaz Alejo, de La Ilustración Potosina, publicadas en 1979 y 1989 respectivamente. Esta última, Semanario de Literatura, Poesía, Novelas, Noticias, Descubrimientos, Variedades, Modas y Avisos es de 1869, editada por José T. Cuéllar y José María Flores Verdad, trae además un Estudio preliminar, notas, índices y cuadros de Belem Clark.

    Un centro como éste es una institución a la que concurren continuamente investigadores, maestros, estudiantes y simples amantes de la literatura, en busca de información. Esta razón aunada a nuestras propias necesidades de crear un banco de datos que nos permitiera un mayor conocimiento de nuestras letras, dieron por resultado una serie de materiales, ficheros y archivos, que más tarde se aglutinaron alrededor de un ambicioso proyecto que, según convenio concertado en 1958 entre la UNAM y el Instituto Nacional de Antropología e Historia, se proponía redactar y financiar una obra enciclopédica acerca de la historia de la cultura en México. Para llevarla a cabo, los diferentes Institutos de la Coordinación de Humanidades se dieron a la tarea de investigar lo referente a sus respectivas áreas. Contingencias de diverso orden dificultaron llevar a término el plan original, pero en virtud de que el Centro de Estudios Literarios había cumplido la tarea que se le había encomendado, se estimó conveniente publicar, independientemente de los demás Institutos, lo que se refería a los hombres de letras. Fue así como salió al público, en 1967, la primera edición, en un solo volumen, del Diccionario de escritores mexicanos, elaborado por Aurora M. Ocampo y Ernesto Prado Velázquez, bajo la dirección de María del Carmen Millán, amplia nómina bio-biblio-hemerográfica que abarcó desde Nezahualcóyotl, de la época prehispánica hasta 1965. A partir de su publicación, hemos mantenido al día la bio-biblio-hemerografía de nuestros escritores. En 1980, en junta de Consejo Interno, con nuestro director, el Dr. Rubén Bonifaz Nuño, éste me apoyó para hacer una nueva edición, dado que la primera se había ya agotado desde hacía varios años atrás y estaba siendo muy solicitada por estudiosos de México y del extranjero, por lo que se decidió, dado que en los años transcurridos desde 1967 el material recopilado había crecido en tal forma que aún el de los siglos de la Colonia y el XIX, deberían ser corregidos y aumentados, elaborar un volumen con estos siglos a cargo de Ernesto Prado Velázquez. De los 300 escritores del siglo XX de mi autoría, en la edición de 1967, estos habían aumentado a casi 3000, por lo que este siglo debería editarse en varios volúmenes a mi cargo: el Diccionario de escritores mexicanos. Siglo XX. Nuestro director nos pidió que cada tomo fuera igual en formato y número de páginas a la edición de 1967, el t. I salió al público en 1988, y abarca a los escritores cuyos apellidos empiezan con las letras A, B, C y Ch. Los tomos II (D-F) y III (G), IV (H-L), V (M) y VI (N-Q) fueron saliendo al público durante la década de los noventa y primeros años del nuevo siglo. En la imprenta tenemos el VII (R) y el VIII (S-T). Actualmente estamos elaborando el volumen IX, que abarcará las letras de la U a la Z. Con lo que se dará fin a esta nueva edición y magna obra en la que confió hace ya 23 años nuestro querido fundador y director por aquellos años del Instituto de Investigaciones Filológicas. Quiero aquí agradecer la colaboración de los miembros del equipo del DEM, sin los cuales no hubiera sido posible la realización de este proyecto, cuatro de los cuales están desde el t. I: Aurora Sánchez Rebolledo, Patricia Ortiz Flores, Pilar Mandujano Jacobo y la corresponsable, Laura Navarrete Maya, además Angélica Arreola Medina, Rocío González Serrano, Carlos Rubio Pacho y los becarios Marcela Quintero Ayala, Jesús Gómez Morán y Elina Hernández Carballido, así como la de mi capturista Ma. Teresa López Jiménez.

    Esta nueva edición, corregida y muy ampliada del siglo XX, representa el segundo intento de elaborar un Diccionario consagrado a los hombres de letras, o sea a aquellos autores que han cultivado, principalmente, el cuento, el ensayo, la novela, la poesía y el teatro. Se incluye, sin embargo, a destacadas figuras en los campos de la biografía, la crítica, la crónica, la filosofía, la historiografía literaria y el periodismo, cuya obra se relaciona de alguna manera con la historia de la literatura mexicana. También hemos incorporado a los escritores de otras nacionalidades, con residencia en este país, cuya producción total o parcialmente petenece a nuestras letras.

    La primera colección de las publicaciones del Centro, llamada así precisamente "Colección del Centro de Estudios Literarios", empezó con un libro de nuestro director fundador: Julio Jiménez Rueda, Estampas de los siglos de oro, publicado en 1957, para continuar con los Indices de Revistas ya mencionadas, El Teatro profano de la Nueva España (1958) una Imagen de la poesía mexicana contemporánea de Raúl Leiva, en 1959, el Vocabulario mexicano relativo a la muerte, de Lope Blanch, etc. Con la cual ya desde entonces se dejó sentado cuáles eran las inquietudes del nuevo Centro de Estudios Literarios, la Colonia, el Siglo XIX y el XX. Con la Colección Cuadernos del Centro de Estudios Literarios, en la década de los setenta se abrió un nuevo filón de investigación, al darnos cuenta que la literatura mexicana era sólo parte de un gran todo: la gran literatura iberoamericana. Aurora M. Ocampo publicó en seis de esos Cuadernos su bibliografía sobre los Novelistas iberoamericanos contemporáneos, de la A a la Z. Y en esa misma década se iniciaron la "Colección Letras del XVI al XVIII", con trabajos de Othón Arroniz, José Pascual Buxó y Raúl Leiva y la "Colección Letras del XX" en la que también se incluyeron Antologías como La crítica de la novela iberoamericana contemporánea y La crítica de la novela mexicana contemporánea, que junto a los Novelistas iberoamericanos fueron el resultado de mis clases sobre Narrativa iberoamericana en la Facultad de Filosofía y Letras y como soporte para mis alumnos. En esta misma colección han aparecido estudios monográficos sobre Miguel Hernández, Vargas Llosa, Ortiz de Montellano, Octavio Paz, Juan Rulfo, Julio Cortázar, La novela de la Revolución Cubana y otros. La "Colección Letras del XIX" se inició en la década de los ochenta.

    Las ediciones críticas de las obras de Gutiérrez Nájera, Fernández de Lizardi y José Juan Tablada más estudios de otros escritores mexicanos y las antologías sobre Cuentistas mexicanas siglo XX y Poetisas mexicanas siglo XX, con motivo del año internacional de la mujer, en 1975, se publicaron en la "Colección Nueva Biblioteca Mexicana", en la cual el Centro de Estudios Literarios tiene publicados muchos volúmenes.

    A estas colecciones hay que agregar los estudios e investigaciones que miembros del Centro de Estudios Literarios han publicado fuera de Colección, dentro del mismo Instituto.

    En fin, para no cansar a ustedes y dado que necesitaría mucho tiempo reseñar todo lo publicado hasta la fecha en nuestro Centro, básteme decir que en la actualidad el Centro de Estudios Literarios cuenta con 33 investigadores, 6 técnicos académicos y 14 becarios, sin contar a los estudiantes que hacen con nosotros su Servicio Social, toda esta amplia nómina está en plena productividad, resultado de la suma de esfuerzos y voluntades de muchas personas que se han sucedido en el tiempo y que por ahora me es imposible citar, y cuya importancia, de algunos trabajos, ha merecido el apoyo de la Dirección General de Asuntos del Personal Académico y de CONACYT, como el Diccionario de escritores mexicanos. Siglo XX, las ediciones críticas de las obras de Tablada y Fernández de Lizardi, la investigación de la doctora Belem Clark sobre José Tomás de Cuellar y la de Gustavo Jiménez sobre Amado Nervo.

    Conforme a su función orientadora, el Centro de Estudios Literarios ha sido fuente de información para incontables investigadores y estudiantes nacionales y extranjeros; ha asesorado numerosas tesis profesionales no solamente sobre literatura mexicana sino también sobre literatura iberoamericana. Hoy, gracias a la cooperación del Departamento de Cómputo nos hemos servido de la más avanzada tecnología, los primeros cuatros tomos del Diccionario de escritores mexicanos están ya en disco compacto y al alimón con la elaboración del t. IX del Diccionario de escritores mexicanos. Siglo XX estamos elaborando otro disco compacto que abarcará a los nueve volúmenes del Diccionario. Por otro lado, se han editado también en tres CD ROM las crónicas neoyorkinas y mexicanas de José Juan Tablada que abarcan más de veinte años de su producción.

    Réstame volver a darle las gracias a Rubén, el fundador y primer director de nuestro Instituto por su confianza en nuestra investigación, particularmente la de esta nueva ed. del Diccionario de escritores mexicanos. Siglo XX en nueve volúmenes, que ya ve por fin, cerca su término y felicitarlo por sus fructíferos ochenta años.


Aurora M. Ocampo
12 noviembre, 2003

Publicado en Homenaje a Rubén Bonifaz Nuño, IIFL, UNAM, 2005, PP. 539-546

http://aurora-m-ocampo.blogspot.com/

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