Alejo Carpentier y su generación: La primera de narradores iberoamericanos contemporáneos


Por Aurora M. Ocampo

Por haber nacido en 1904, Alejo Carpentier pertenece a la primera generación de novelistas iberoamericanos contemporáneos, o sea, a los nacidos en la primera década del siglo XX o poco antes, entre los que sobresalen el chileno Manuel Rojas (1896), el guatemalteco Miguel Ángel Asturias (1899), los argentinos: Jorge Luis Borges (1899), Roberto Arlt (1900), Leopoldo Marechal (1900), Felisberto Hernández (1902) y Eduardo Mallea (1903); el mexicano Agustín Yáñez (1904), el colombiano Jorge Zalamea (1905), el brasileño João Guimarães Rosa (1908), el ecuatoriano Demetrio Aguilera Malta (1909), el uruguayo Juan Carlos Onetti (1909) y el argentino Ernesto Sábato (1911), único de esta generación que aún vive.

Todos ellos son hijos directos de los novelistas llamados de la tierra o de la naturaleza, o como los llamó Alejo Carpentier: nativistas. Los más importantes son nuestro Mariano Azuela (1873), el novelista de la Revolución Mexicana por excelencia; el venezolano Romúlo Gallegos (1884), el argentino Ricardo Güiraldes (1886), el colombiano José Eustasio Rivera (1887) y el brasileño José Lins do Rego (1901), en cuyas obras, la naturaleza y el paisaje americano dominan de tal modo, que todos ellos pudieron decir, como lo dijo Gallegos, que el personaje principal de sus novelas es la naturaleza misma, llámese sierra, selva, llano, sertão o pampa. Sus obras fueron por mucho tiempo consideradas como las clásicas de Iberoamérica, precisamente porque presentaban una gran originalidad: la desmesura y magnificencia del paisaje americano y de como esta naturaleza influía y caracterizaba a sus habitantes. Las obras de estos escritores, publicadas en las primeras décadas del siglo XX, son el necesario puente entre la novela del siglo XIX, novela por lo general de imitación de países jóvenes que estaban aprendiendo a ser y la novelística contemporánea propiamente dicha, a la cual pertenecen Alejo Carpentier y los de la lista antes mencionada.

Curiosamente, la mayoría de ellos empieza a publicar sus primeras grandes obras en plena madurez, en la década de los cuarenta. Esta fecha es el inicio de la contemporaneidad en la cultura y el arte iberomaricanos y creo, con Emir Rodríguez Monegal, que no está escogida al azar. Varios hechos históricos la avalan. Uno de los más importantes es la madurez cultural que ya habían alcanzado nuestros países.

Si consideramos el nacimiento de las diferentes naciones de Iberoamérica a principios del siglo XIX, con las diversas guerras de Independencia, las cuales (excepto las de Cuba y Puerto Rico) están concluidas para 1821; su niñez, el tormentoso siglo XIX, y su adolescencia, finales del XIX y principios del siglo XX, en México especialmente, con el estallido de la Revolución Mexicana que nos permitió, como dijera Octavio Paz, conocer en abrazo mortal al otro mexicano: la otra cara de nuestra realidad. Al mismo tiempo la Cuba de Martí y de Carpentier luchaba también porque España y luego los Estados Unidos la dejaran ser. Con todos estos hechos nos es fácil entender cómo la llegada de la adolescencia fue el principio de nuestra madurez como naciones al preguntarnos quiénes éramos y como realizaríamos eso que éramos: el mestizaje afro/cubano, era ya diferente de España, como el mestizaje de las culturas indígenas con el mestizaje español en México, daban por resultado un rico multiculturalismo. Esta es la riqueza y la esperanza que Iberoamérica viene ofreciendo al mundo desde hace ya un siglo: su diversidad cultural, su mestizaje no solo de razas, sino también de culturas y de tradiciones. Y esto lo entendieron muy bien los de esa primera generación a la que pertenece Alejo Carpentier.

Si a lo anterior le sumamos el fin de la guerra civil española en 1939, que trajo como consecuencia la llegada de lo mejor de la intelectualidad de España a América (especialmente a sus grandes ciudades, México y Buenos Aires), la que en unión con la “inteligencia” iberoamericana fundaron casas de cultura, editoriales y revistas, podremos entender mejor este renacimiento cultural de nuestra América a partir de 1940. Además, en 1939 también, se nos cerraron las puertas culturales de Europa por el estallido de la Segunda Guerra Mundial que nos obligó a bastarnos a nosotros mismos, todo ello resultó un gran estímulo para madurar aún más, recordemos que ya estábamos preparados para ello y que los refugiados intelectuales españoles vinieron a poner su granito de arena como una forma de pagar, constructivamente, lo que 450 años atrás habían hecho, destructivamente, con nuestras culturas aborígenes....

Justamente Carpentier y muchos de sus contemporáneos publican lo mejor de su obra después de 1940. Obra que presenta una gran evolución respecto de la obra de las generaciones anteriores. En esta primera generación de narradores contemporáneos de Iberoamérica es el ser humano en todas sus dimensiones y visto desde múltiples enfoques, lo más importante. Les interesa presentarlo desde su insospechada interioridad y relacionarlo con sus circunstancias, es la misteriosa relación que existe entre el hombre y sus contextos, precisamente como lo pedía Alejo Carpentier, y es lo que podemos encontrar de más característico de la narrativa de esta generación y que influirá en las sucesivas generaciones de narradores a lo largo de todo el siglo XX. La trilogía más importante del cubano es El reino de este mundo, publicado por primera vez en 1949, Los pasos perdidos, en 1953 y El siglo de las luces, en 1962. Otros escritores iberoamericanos de esa generación también tienen, curiosamente, trilogías muy importantes, como la de Agustín Yáñez: Al filo del agua, de 1947, La tierra pródiga, de 1960 y Las tierras flacas, de 1962; la de Miguel Ángel Asturias: El señor presidente, de 1946, Hombres de maíz, de 1949 y su trilogía bananera, de 1950 a 1957; la de Ernesto Sábato: El túnel, de 1948; Sobre héroes y tumbas, de 1961 y Abbadón, el exterminador, de 1973; la de Juan Carlos Onetti: El pozo, de 1939, novela corta, antecedente indispensable para entender sus tres grandes novelas: La vida breve, de 1949, El astillero, de 1961 y Juntacadáveres, de 1964. Algunas de las más significativas novelas de los restantes escritores mencionados son: la del chileno Manuel Rojas: Hijo de ladrón, de 1951; las de los venezolanos: Arturo Uslar Pietri: El camino del Dorado, de 1947 y de Miguel Otero Silva: Casas muertas, de 1955; las del colombiano Jorge Zalamea: La metamorfosis de su Excelencia, de 1949 y El gran Burundún-Burundá ha muerto, de 1952; las de los argentinos Leopoldo Marechal: Adán Buenosayres, de 1948 y la de Eduardo Mallea: La bahía del silencio, de 1940; y una más, la del brasileño João Guimarães Rosa: Grande Sertão Veredas, de 1956.

Sería muy interesante comparar la obra de estos narradores, encontraríamos muchas semejanzas así como enriquecedoras diferencias, pero éste es un tema para un trabajo más amplio y profundo. Bástemos aquí señalar algunas coincidencias que los hermanan como generación parteaguas de la novelística iberoamericana del siglo XX y que nos permite la ubicación histórica del gran novelista cubano, el cual vivió una época intensa de nuestra historia en la que fue parte y testigo, narrador y maestro.

Si es cierto que la literatura hispanoamericana tiene como antecedente las crónicas del descubrimiento o encuentro de dos mundos, no es menos cierto que la novela nace con las guerras de independencia. Ya sabemos que en los tres siglos de historia colonial en que se forjaron las diferentes naciones de nuestra América no se escribieron o difundieron novelas; primero, porque no existía la necesaria tradición cultural indispensable para que surja una novelística; los tres siglos de dominación española fueron el período de incubación del mestizaje racial y cultural que dio por resultado nuestras naciones; segundo, el orden cerrado y riguroso de la Colonia que prohibió leer y escribir libros de imaginación y tercero, consecuencia de la anterior, que aunque se hubiesen escrito era difícil que se hubieran impreso. La narrativa nace y se alimenta de las situaciones críticas por las que atraviesa la sociedad que la hace posible, por ello la novela florecerá hasta que la sociedad colonial y semifeudal, celosa de sus fueros, entre en crisis y esto sucedió, como todos lo sabemos, hasta fines del siglo XVIII y principios del XIX. La primera tarea que se impuso entonces la incipiente novela fue la de apuntar crítica e ideológicamente contra sus estructuras. El Periquillo Sarniento (1816), de José Joaquín Fernández de Lizardi, nos hace sentir precisamente ese ambiente de descontento y la necesidad de un cambio.

Este mismo fenómeno lo encontramos en los albores del siglo que nos ocupa. La honda transformación que representó en México la Revolución marca la muerte de otra sociedad: la del porfiriato y es también su novela la que lo denuncia. La “novela de la Revolución”, como la “novela de la tierra”, es para México e Hispanoamérica el puente entre la novela del XIX y la novela contemporánea.

La fragmentación de nuestros países es de carácter político y económico, no cultural. La pluralidad de situaciones, de razas, de paisajes, no destruye en absoluto la unidad de historia y de cultura de nuestras naciones. La existencia de una cultura iberoamericana es, precisamente, una de las pruebas de la unidad de nuestra América.

En la novela iberoamericana de las décadas de los cuarenta, cincuenta y parte de los sesenta en las que publican lo mejor de su obras los novelistas de esta primera generación que llamamos contemporánea, no hay olvido de los temas y ambientes de las novelas de las generaciones anteriores, sino que se renuevan bajo otras perspectivas. El desierto, la selva, el cacique, los pobres y los marginados siguen presentes, notablemente en Asturias, Carpentier, Yáñez y Manuel Rojas, pero estos novelistas se sitúan con mejores técnicas frente a la condición humana, trascienden el regionalismo y ensanchan su visión de la esencial heterogeneidad del hombre.

Tampoco es lo “artístico”, como lo han querido ver muchos críticos, lo que diferencia a La vorágine, de José Eustasio Rivera, por ejemplo, de La tierra pródiga, de Agustín Yánez, o de Los pasos perdidos, de Carpentier. Tan “artística” es una como las otras, sino en cómo ven al hombre y la naturaleza cada uno; de un conflicto entre el hombre y su mundo como lo ven Rivera, Gallegos o Güiraldes a una relación casi fusión entre el hombre y la naturaleza como lo ven Carpentier y Agustín Yáñez. Ya no es la naturaleza dominando al hombre al grado de devorarlo, sino la naturaleza vista como contemplación estética, en el caso del cubano o como apoderamiento de ella, en el caso del mexicano. El hombre, además, es visto desde dentro, los grandes horizones del pasado ceden a los laberintos del hombre de nuestros días, dando verosimilitud histórica a las angustias del hombre contemporáneo. Todos los novelistas aquí citados dan nuevo sentido y trascendencia a la realidad histórica o particular que les sirve de punto de partida.

Precursor y maestro de generaciones posteriores, Carpentier, al igual que Yáñez, Borges o Asturias, por su afán de interpretar la historia y el destino del hombre, y de expresar sus hallazgos recurriendo a procedimientos técnicos y tradiciones disímbolos de la literatura universal, Carpentier aúna, al mérito de ser el realizador de la novela contemporánea en Cuba, el de haber tenido siempre a su disposición, como sus colegas iberoamericanos ya citados, un gran bagaje cultural, antropológico e histórico que le ha permitido conocer los orígnes y meandros del hombre americano y universal.

Esta primera generación de novelistas iberoamericanos contemporáneos son los grandes renovadores del género en este siglo. Incluimos a Borges que no ha escrito novela, salvo una policial al alimón con Adolfo Bioy Casares, a Roberto Arlt y Felisberto Hernández, porque es imposible toda consideración seria de la nueva narrativa iberoamericana sin considerar su revolucionaria influencia en la forma de contar en casi todos los escritores que les siguieron.

En las novelas de esta primera generación, no sólo se continúa la gran tradición que tiene su origen en Mariano Azuela, Gallegos, Güiraldes, Martín Luis Guzmán, Graciliano Ramos, Lins do Rego y José Eustasio Rivera, entre otros, esa tradición de la exploración profunda de la naturaleza y de los mitos centrales de nuestra América, sino que además logra una visión que ve más allá, al recrear la misteriosa relación que existe entre el hombre y sus contextos, llámense éstos económicos, sociales, geográficos, ctónicos, culturales, etcétera. Fuertemente influidos por las corrientes de vanguardia de Europa, especialmente por la escuela surrealista acaudillada por André Bretón, saben asimilarlas y ponerlas al servicio de su propia necesidad y concepción literaria. La narración sale de sus manos transformada hondamente en su apariencia, pero también en sus esencias; ellos son, sobre todo, renovadores de una visión y de un concepto del lenguaje.

Otra característica que une a varios de estos narradores es el haber estado, en sus primeras publicaciones, a caballo entre su generación y la anterior, al considerarlas como preparación de sus grandes novelas; en el caso de Carpentier, incluso quiso negarla, como sucedió con Ecué-Yamba-O, de 1933. Asturias publicó Leyendas de Guatemala en 1930, y no obstante su éxito en Francia (Valéry hizo el prólogo de la traducción francesa), se sintió a disgusto con ella porque mucho del misterio maya que había vivido en su patria, habíase quedado fuera. Fue el contacto con el surrealismo, al igual que Carpentier, lo que les dio las herramientas necesarias para que el misterio de sus mundos americanos pudiera revelarse, y tanto uno como otro consideraron que su obra realmente se iniciaba con El reino de este mundo (1949) y El señor presidente (1946), respectivamente. Mallea lanzó los Cuentos para una inglesa desesperada en 1926, y guardó silencio hasta Fiesta en noviembre, de 1938. Yáñez dio al público su Baralipton en 1931 y creó su primera gran novela hasta 1947, con Al filo del agua.

Manuel Rojas, después de establecerse como escritor criollista, entre 1926 y 1932, no escribe libros de envergadura hasta Hijo de ladrón, de 1951. Borges se acercó a la prosa narrativa desde sus ensayos de 1926, pero no se define hasta 1941, con El jardín de los senderos que se bifurcan y con Ficciones, en 1944. Marechal publica su Adán Buenosayres hasta 1948. En sólo cinco años, de 1946 a 1951, estos escritores se establecieron como los novelistas esenciales de su generación.

Alejo Carpentier (La Habana, Cuba, 26 dic, 1904- París, 25 abr, 1980) y su generación: La primera de narradores iberoamericanos contemporáneos
18 de octubre, 2004
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El Centro de Estudios Literarios


Hoy, que es casi cincuentón el Centro de Estudios Literarios, acabamos de cumplir, en octubre, cuarenta y siete años de existencia, festejamos los fructíferos y juveniles primeros treinta años del Instituto de Investigaciones Filológicas, fundado por el doctor Rubén Bonifaz Nuño.

    Efectivamente, el Centro de Estudios Literarios, hoy departamento del Instituto, es el más antiguo de los centros y seminarios que conforman el Instituto de Investigaciones Filológicas. Fue fundado en octubre de 1956 por Julio Jiménez Rueda, su primer director, María del Carmen Millán y tres estudiantes becarios: Ana Elena Díaz Alejo, Ernesto Prado Velázquez y una servidora. Fuimos autónomos durante 17 años.

    Dos fueron los objetivos del Centro desde su fundación: llenar las lagunas que existían sobre la historia de la literatura mexicana y lograr algún día convertirnos en Instituto, logro que se alcanzó hasta 1973 en que el maestro Rubén Bonifaz Nuño, como ustedes ya saben, reunió nuestro Centro con el suyo, el de Estudios Clásicos; el de Lope Blanch, de Lingüística y el Centro de Estudios Mayas, del doctor Ruz.

    Para empezar a investigar la historia y devenir de nuestra literatura, nos dimos cuenta, en esos remotos años finales de la década de los cincuenta, que primero teníamos que emprender una serie de trabajos bibliográficos, sin los cuales no es posible conocer y analizar el trabajo literario de nuestros escritores. Todo el que tenga una actividad intelectual, llámese investigador, escritor, profesor o estudiante, antes de iniciar un estudio, recurre a la primera ciencia auxiliar del trabajo intelectual: la bibliografía. El que se aventure a desarrollar un tema sin esta previa consulta, de seguro perderá la verdadera fuente de información y la oportunidad de aprovechar las experiencias y los resultados a que otros han llegado. Por otra parte, la bibliografía, considerada como inventario de la producción intelecutal de un país, constituye el índice de su cultura.

    Por todo lo anterior los primeros trabajos elaborados en el Centro de Estudios Literarios, fueron, primero, los Indices de revistas literarias; segundo, la creación de un banco de datos que recogiera la producción y las referencias críticas de nuestros escritores, la base de lo que después fué mi tesis de maestría y dos años después, de nuestro Diccionario de escritores mexicanos y tercero, las ediciones críticas de las obras de escritores representativos y claves de nuestra historia literaria como José Joaquín Fernández de Lizardi; que coordina María Rosa Palazón, y del cual van catorce volúmenes publicados; Manuel Gutiérrez Nájera, que coordinó Ana Elena Díaz y actualmente Yolanda Bache, once tomos hasta ahora  y José Juan Tablada, que lleva seis volúmenes editados.

    Concientes de que la mayor parte de nuestra literatura se encuentra en publicaciones periódicas, comenzamos a revisar las más importantes hemerotecas de la capital en busca de las principales revistas del siglo XIX. Pocos años después de fundado el Centro de Estudios Literarios teníamos ya formada nuestra propia hemeroteca. Tres de las adquisiciones más importantes de revistas fueron: de la hemeroteca particular del historiador José María Luján, al que le compramos varias colecciones del XIX; la de don Julio Jiménez Rueda que nos legó en vida su biblioteca de más de diez mil volúmenes y, en 1978, de la hemeroteca de Huberto Batis.

    El surgimiento de las revistas literarias en nuestro país fue un producto de las condiciones sociales derivadas del movimiento de Independencia. Del comienzo de la época romántica aquí en México, son los índices de autores, inéditos hasta hoy, del Registro Yucateco. Periódico literario de Mérida (1845-1846), y El Repertorio Pintoresco, también de Mérida (1863), elaborados por María Rosa Palazón cuando ingresó al Centro de Estudios Literarios en 1965. Igualmente inédito se encuentra el Indice de El Ateneo Mexicano (1844), elaborado por Raúl Ávila, uno de los múltiples estudiantes que han pasado por nuestra institución.

    Al triunfo de la República en 1867, sucedió una paz relativa que hizo posible, otra vez, el surgimiento de las actividades literarias, actividades alentadas sobre todo por Ignacio Manuel Altamirano, y que se verían coronadas el 2 de enero de 1869 al aparecer la primera entrega de su revista semanaria, El Renacimiento, caracterizada por su imparcialidad, su tolerancia, y su fe en el porvenir de México. Los Indices de El Renacimiento. Semanario Literario Mexicano de 1869, elaborados por Huberto Batis y publicados por el Centro de Estudios Literarios, en 1963, nos dicen, en su estudio preliminar, que Altamirano ofreció las páginas de su revista a escritores y estudiosos de todas las ideologías. El Renacimiento tuvo además, alcance nacional, al reunir escritores de varios estados de la República, sin olvidar a los extranjeros que residían en el país. José Luis Martínez afirmó de esta revista que fue el documento mayor de nuestras letras en esa centuria. La segunda época de El Renacimiento (1894), cerró el ciclo del romanticismo en México. En ella se pasó la antorcha a la Revista Azul, que inauguró el modernismo mexicano. Esta revista vivió dentro de la tercera reelección de Porfirio Díaz. Entre El Renacimiento, la revista de Altamirano, y la Revista Azul, surgieron:

1o. El Domingo. Revista Literaria Mexicana (1871-1873), de la cual el Centro de Estudios Literarios publicara, en 1959, su primer volumen de Indices, elaborados por Ana Elena Díaz Alejo, Aurora M. Ocampo y Ernesto Prado Velázquez y que coincidió, curiosamente, con el nacimiento de mi primer hijo.

2o. El Nacional. Periódico Literario de los años de 1880 a 1884, que diera lugar al segundo volumen de nuestros índices, elaborados por Ana Elena Díaz Alejo Y Ernesto Prado Velázquez y publicados en 1961;

3o. La Juventud Literaria. Semanario Mexicano (1887-1888), que fue estudiado por Irma Kraus durante los años en que trabajó en el Centro de Estudios Literarios y que le sirvió de tesis en 1965, y

4o. la Revista Nacional de Letras y Ciencias (1889-1890), la revista de Justo Sierra, cuyo índice fue elaborado por Celia Miranda Cárabes y publicado por nosotros en 1980.

    Correspondió a Manuel Gutiérrez Nájera representar con la Revista Azul (1894-1896), la herencia de prestigio que caracterizó a El Renacimiento de 1869. Ana Elena Díaz Alejo y Ernesto Prado Velázquez publicaron en 1968, los índices de esta importante revista. Su mérito consistió en superar las formas anquilosadas y abrir las puertas a otras literaturas, especialmente a la francesa, sin que importara el desvío de los cánones establecidos. Este ideal, fundamentalmente estético, fue característico de la tendencia modernista. Manuel Gutiérrez Nájera, al fundar la Revista Azul, pensó en una publicación no sólo para México, sino para toda nuestra América; de ahí la presencia constante en sus páginas de escritores de todo el Continente, otro de sus grandes méritos. Tocó a la Revista Moderna (1898-1903), seguir los pasos que los precursores habían abierto al nuevo camino de la poesía en Iberoamérica, continuando con una actitud rebelde y abierta a todas las literaturas. Los índices de esta revista publicados en 1967, fueron elaborados por Héctor Valdés, quien nos dice que la mayor parte de estos modernistas llevaron una inquieta y amarga bohemia, a excepción de Jesús E. Valenzuela que se consideraba "la nota alegre" en medio de la tristeza de los demás. Su vida sobresalió por su cordura, en contraste a la avidez por toda clase de experiencias de la mayoría de los poetas de esta corriente. En él radicó la estabilidad y larga vida de la Revista Moderna.

    Hasta aquí los índices de las revistas del siglo XIX. En 1981 sale al público el Estudio e Indice de Letras de México. Gaceta literaria y artística, elaborados por Lourdes Franco, inaugurando la etapa de los índices de revistas del siglo XX. Letras de México, documento de la inquietud vital de su fundador y director, Octavio G. Barreda, publicada en la década de los cuarenta señala, indudablemente, uno de los momentos más importantes de nuestra cultura: una serie de procesos, no sólo de carácter literario sino ideológico y político, íntimamente relacionados con nuestra literatura. Los estudiosos del devenir de la  cultura en el México contemporáneo, no pueden prescindir de la consulta de revistas como Letras de México, El Hijo Pródigo, Contemporáneos o Taller. De estas tres últimas se iniciaron los índices y sus respectivos estudios preliminares en 1978, bajo la dirección de Huberto Batis. Guillermo Sheridan publicó los Indices de Contemporáneos (Revista Mexicana de Cultura, 1928-1931), en 1988, originalmente concebidos como el apéndice de su estudio Los Contemporáneos ayer, publicado tres años antes por el Fondo de Cultura Económica y bajo los auspicios del Centro de Estudios Literarios. Los índices de Taller los inició Ambra Polidori cuando trabajó en nuestro Centro, el estudio preliminar le sirvió como tesis de licenciatura.

    En la decada de los noventa, el Centro de Estudios Literarios contempló la posibilidad de continuar las ediciones facsimilares de las revistas literarias del XIX iniciadas en nuestra colección "Fuentes de la Literatura Mexicana" con las ediciones que hicieron, Batis de El Renacimiento y Ana Elena Díaz Alejo, de La Ilustración Potosina, publicadas en 1979 y 1989 respectivamente. Esta última, Semanario de Literatura, Poesía, Novelas, Noticias, Descubrimientos, Variedades, Modas y Avisos es de 1869, editada por José T. Cuéllar y José María Flores Verdad, trae además un Estudio preliminar, notas, índices y cuadros de Belem Clark.

    Un centro como éste es una institución a la que concurren continuamente investigadores, maestros, estudiantes y simples amantes de la literatura, en busca de información. Esta razón aunada a nuestras propias necesidades de crear un banco de datos que nos permitiera un mayor conocimiento de nuestras letras, dieron por resultado una serie de materiales, ficheros y archivos, que más tarde se aglutinaron alrededor de un ambicioso proyecto que, según convenio concertado en 1958 entre la UNAM y el Instituto Nacional de Antropología e Historia, se proponía redactar y financiar una obra enciclopédica acerca de la historia de la cultura en México. Para llevarla a cabo, los diferentes Institutos de la Coordinación de Humanidades se dieron a la tarea de investigar lo referente a sus respectivas áreas. Contingencias de diverso orden dificultaron llevar a término el plan original, pero en virtud de que el Centro de Estudios Literarios había cumplido la tarea que se le había encomendado, se estimó conveniente publicar, independientemente de los demás Institutos, lo que se refería a los hombres de letras. Fue así como salió al público, en 1967, la primera edición, en un solo volumen, del Diccionario de escritores mexicanos, elaborado por Aurora M. Ocampo y Ernesto Prado Velázquez, bajo la dirección de María del Carmen Millán, amplia nómina bio-biblio-hemerográfica que abarcó desde Nezahualcóyotl, de la época prehispánica hasta 1965. A partir de su publicación, hemos mantenido al día la bio-biblio-hemerografía de nuestros escritores. En 1980, en junta de Consejo Interno, con nuestro director, el Dr. Rubén Bonifaz Nuño, éste me apoyó para hacer una nueva edición, dado que la primera se había ya agotado desde hacía varios años atrás y estaba siendo muy solicitada por estudiosos de México y del extranjero, por lo que se decidió, dado que en los años transcurridos desde 1967 el material recopilado había crecido en tal forma que aún el de los siglos de la Colonia y el XIX, deberían ser corregidos y aumentados, elaborar un volumen con estos siglos a cargo de Ernesto Prado Velázquez. De los 300 escritores del siglo XX de mi autoría, en la edición de 1967, estos habían aumentado a casi 3000, por lo que este siglo debería editarse en varios volúmenes a mi cargo: el Diccionario de escritores mexicanos. Siglo XX. Nuestro director nos pidió que cada tomo fuera igual en formato y número de páginas a la edición de 1967, el t. I salió al público en 1988, y abarca a los escritores cuyos apellidos empiezan con las letras A, B, C y Ch. Los tomos II (D-F) y III (G), IV (H-L), V (M) y VI (N-Q) fueron saliendo al público durante la década de los noventa y primeros años del nuevo siglo. En la imprenta tenemos el VII (R) y el VIII (S-T). Actualmente estamos elaborando el volumen IX, que abarcará las letras de la U a la Z. Con lo que se dará fin a esta nueva edición y magna obra en la que confió hace ya 23 años nuestro querido fundador y director por aquellos años del Instituto de Investigaciones Filológicas. Quiero aquí agradecer la colaboración de los miembros del equipo del DEM, sin los cuales no hubiera sido posible la realización de este proyecto, cuatro de los cuales están desde el t. I: Aurora Sánchez Rebolledo, Patricia Ortiz Flores, Pilar Mandujano Jacobo y la corresponsable, Laura Navarrete Maya, además Angélica Arreola Medina, Rocío González Serrano, Carlos Rubio Pacho y los becarios Marcela Quintero Ayala, Jesús Gómez Morán y Elina Hernández Carballido, así como la de mi capturista Ma. Teresa López Jiménez.

    Esta nueva edición, corregida y muy ampliada del siglo XX, representa el segundo intento de elaborar un Diccionario consagrado a los hombres de letras, o sea a aquellos autores que han cultivado, principalmente, el cuento, el ensayo, la novela, la poesía y el teatro. Se incluye, sin embargo, a destacadas figuras en los campos de la biografía, la crítica, la crónica, la filosofía, la historiografía literaria y el periodismo, cuya obra se relaciona de alguna manera con la historia de la literatura mexicana. También hemos incorporado a los escritores de otras nacionalidades, con residencia en este país, cuya producción total o parcialmente petenece a nuestras letras.

    La primera colección de las publicaciones del Centro, llamada así precisamente "Colección del Centro de Estudios Literarios", empezó con un libro de nuestro director fundador: Julio Jiménez Rueda, Estampas de los siglos de oro, publicado en 1957, para continuar con los Indices de Revistas ya mencionadas, El Teatro profano de la Nueva España (1958) una Imagen de la poesía mexicana contemporánea de Raúl Leiva, en 1959, el Vocabulario mexicano relativo a la muerte, de Lope Blanch, etc. Con la cual ya desde entonces se dejó sentado cuáles eran las inquietudes del nuevo Centro de Estudios Literarios, la Colonia, el Siglo XIX y el XX. Con la Colección Cuadernos del Centro de Estudios Literarios, en la década de los setenta se abrió un nuevo filón de investigación, al darnos cuenta que la literatura mexicana era sólo parte de un gran todo: la gran literatura iberoamericana. Aurora M. Ocampo publicó en seis de esos Cuadernos su bibliografía sobre los Novelistas iberoamericanos contemporáneos, de la A a la Z. Y en esa misma década se iniciaron la "Colección Letras del XVI al XVIII", con trabajos de Othón Arroniz, José Pascual Buxó y Raúl Leiva y la "Colección Letras del XX" en la que también se incluyeron Antologías como La crítica de la novela iberoamericana contemporánea y La crítica de la novela mexicana contemporánea, que junto a los Novelistas iberoamericanos fueron el resultado de mis clases sobre Narrativa iberoamericana en la Facultad de Filosofía y Letras y como soporte para mis alumnos. En esta misma colección han aparecido estudios monográficos sobre Miguel Hernández, Vargas Llosa, Ortiz de Montellano, Octavio Paz, Juan Rulfo, Julio Cortázar, La novela de la Revolución Cubana y otros. La "Colección Letras del XIX" se inició en la década de los ochenta.

    Las ediciones críticas de las obras de Gutiérrez Nájera, Fernández de Lizardi y José Juan Tablada más estudios de otros escritores mexicanos y las antologías sobre Cuentistas mexicanas siglo XX y Poetisas mexicanas siglo XX, con motivo del año internacional de la mujer, en 1975, se publicaron en la "Colección Nueva Biblioteca Mexicana", en la cual el Centro de Estudios Literarios tiene publicados muchos volúmenes.

    A estas colecciones hay que agregar los estudios e investigaciones que miembros del Centro de Estudios Literarios han publicado fuera de Colección, dentro del mismo Instituto.

    En fin, para no cansar a ustedes y dado que necesitaría mucho tiempo reseñar todo lo publicado hasta la fecha en nuestro Centro, básteme decir que en la actualidad el Centro de Estudios Literarios cuenta con 33 investigadores, 6 técnicos académicos y 14 becarios, sin contar a los estudiantes que hacen con nosotros su Servicio Social, toda esta amplia nómina está en plena productividad, resultado de la suma de esfuerzos y voluntades de muchas personas que se han sucedido en el tiempo y que por ahora me es imposible citar, y cuya importancia, de algunos trabajos, ha merecido el apoyo de la Dirección General de Asuntos del Personal Académico y de CONACYT, como el Diccionario de escritores mexicanos. Siglo XX, las ediciones críticas de las obras de Tablada y Fernández de Lizardi, la investigación de la doctora Belem Clark sobre José Tomás de Cuellar y la de Gustavo Jiménez sobre Amado Nervo.

    Conforme a su función orientadora, el Centro de Estudios Literarios ha sido fuente de información para incontables investigadores y estudiantes nacionales y extranjeros; ha asesorado numerosas tesis profesionales no solamente sobre literatura mexicana sino también sobre literatura iberoamericana. Hoy, gracias a la cooperación del Departamento de Cómputo nos hemos servido de la más avanzada tecnología, los primeros cuatros tomos del Diccionario de escritores mexicanos están ya en disco compacto y al alimón con la elaboración del t. IX del Diccionario de escritores mexicanos. Siglo XX estamos elaborando otro disco compacto que abarcará a los nueve volúmenes del Diccionario. Por otro lado, se han editado también en tres CD ROM las crónicas neoyorkinas y mexicanas de José Juan Tablada que abarcan más de veinte años de su producción.

    Réstame volver a darle las gracias a Rubén, el fundador y primer director de nuestro Instituto por su confianza en nuestra investigación, particularmente la de esta nueva ed. del Diccionario de escritores mexicanos. Siglo XX en nueve volúmenes, que ya ve por fin, cerca su término y felicitarlo por sus fructíferos ochenta años.


Aurora M. Ocampo
12 noviembre, 2003

Publicado en Homenaje a Rubén Bonifaz Nuño, IIFL, UNAM, 2005, PP. 539-546

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"Venero de la literatura mexicana". Homenaje en la UNAM


"Fue un acierto, el Diccionario se convertiría en un enorme repositorio de biblio-hemerografía, como ella la entiende, y como la entendió José Gaos, para quien la bibliografía era la ciencia ordenadora de las creaciones del espíritu y por ello se situaba en el más alto peldaño del conocimiento.

"Muchas gracias, Aurora por esta obra que nos será de tanta utilidad, y por tu gran ejemplo de trabajo académico serio, honesto y generoso".


Jorge Ruedas de la Serna




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Universidad Nacional Autónoma de México


HOMENAJE A AURORA M. OCAMPO
'Venero de la literatura mexicana'
75 años


Junio 23-24, 2005
10:00-15:00 horas


Aula Magna
Instituto de Investigaciones Filológicas/UNAM
Circuito Mario de la Cueva s/n
A espaldas de la Sala Nezahualcoyotl
Ciudad Universitaria


PROGRAMA:


JUEVES 23

10:00 horas
Inauguración
Mercedes de la Garza
Edith Negrín

11:00 horas
Mesa 1. Docencia
Modera: Angélica Arreola
David Olguín
Roberto Oropeza
Marcela Quintero
Federico Álvarez

12:30 horas
Mesa 2. Investigación bibliohemerográfica
Modera: Carlos Rubio
Aurora Sánchez
Juan Domingo-Argüelles
Elizabeth Luna
Hernán Lara


VIERNES 24

10:30 horas
Mesa 3. Crítica literaria
Modera: Rocío González
María Rosa Palazón
Pilar Mandujano
Helena Beristáin
Roberto López Moreno
Ricardo Ocampo


12:00 horas
Presentación del video 'Aurora M. Ocampo, venero de la literatura mexicana'.
Patricia Ortiz
Laura Navarrete
Consuelo Méndez


Brindis.


Organizadoras:
Pilar Mandujano
Laura Navarrete



CENTRO DE ESTUDIOS LITERARIOS
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES FILOLOGICAS
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE MEXICO


Fotografía: Susana Casarin



* * * * * * * * * *



ENLACES
Instituto de Investigaciones Filológicas
http://www.filologicas.unam.mx
Coordinación de Humanidades
http://www.coord-hum.unam.mx
http://aurora-m-ocampo.blogspot.com

Presentación tomo VII. Jorge Ruedas de la Serna


Presentación del tomo VII (R) del
DICCIONARIO DE ESCRITORES MEXICANOS. SIGLO XX.
Dirección: Aurora M. Ocampo

Martes 31 de mayo de 2005
Casa de las Humanidades/UNAM
Coyoacan, Ciudad de México.


Por el Dr. Jorge Ruedas de la Serna
Facultad de Filosofía y Letras/UNAM


Cuando en 1967 apareció el Diccionario de Escritores Mexicanos, publicado por el Centro de Estudios Literarios, bajo la autoría de Aurora M. Ocampo, quien se había encargado de los escritores del siglo XX, y de Ernesto Prado Velásquez, a quien le tocaron los del siglo XIX y Colonia, varios autores se molestaron y llovieron críticas. Algunas muy duras, por ejemplo Raúl Villaseñor escribió en una crónica que se publicó en El Informador, de Guadalajara (6 de dic. de 1967): 'Este cronista hizo una nómina de omisiones, casi duplica el (número) de quienes fueron tomados en cuenta'.
Otros se preguntaban si no eran escritores por no aparecer en el Diccionario.

Recuerdo que una mañana entró muy molesta nuestra querida maestra, la doctora María del Carmen Millán, fundadora y directora del Centro, y dijo 'no sé a quién se le ocurre hacer un diccionario incluyendo autores vivos'.

Y, en efecto, tenía razón, los del siglo XIX y los muertitos no protestaron y nadie lo hizo por ellos.

A Aurora le tocó la peor parte por haberse metido con los vivos. Era como para haberse olvidado del proyecto de continuar el Diccionario. Sin embargo, aceptó el reto y se consagró a esa enorme tarea. Para afrontarlo, pospuso sus otras tareas de investigación. Se había distinguido como estudiosa de la novela mexicana y de la novela latinoamericana. Sus ensayos, sus bibliografías y sus antologías sobre la crítica de la novela, le habían granjeado un merecido reconocimiento. Recuerdo varias de nuestras reuniones en el Centro con la presencia de grandes críticos de la novela, como Ángel Rama, y con novelistas y cuentistas, como la muy añorada Inés Arredondo, y
muchos más. Aurora era el centro de atracción y la que promovía esas reuniones. Pero a ella no le interesaba figurar, a ella le interesó siempre auténticamente la literatura, y entendió su misión como estudiosa y como maestra. La enorme información que durante años había reunido sobre la novela la puso generosamente a disposición de alumnos, becarios, tesistas y estudiosos mexicanos o que venían del extranjero. De sus ficheros salieron innúmeras tesis. Y los agradecimientos a ella en esas tesis e
investigaciones son incontables.

Entonces decidió consagrarse al más importante proyecto de la literatura mexicana del siglo XX. Trazó un plan muy inteligente: estableció que entrarían al nuevo Diccionario los autores mexicanos o radicados en México que hubiesen publicado al menos dos libros y dispuso que la obra tuviese un carácter eminentemente bibliográfico y hemerográfico, renunciando a criterios subjetivos de valoración personal. Además, flexibilizó el propio concepto ecuménico de 'literatura mexicana'. Fue un acierto, el Diccionario
se convertiría en un enorme repositorio de biblio-hemerografía, como ella la entiende, y como la entendió José Gaos, para quien la bibliografía era la ciencia ordenadora de las creaciones del espíritu y por ello se situaba en el más alto peldaño del conocimiento. Cada acápite del Diccionario está compuesto por tres secciones: la biografía del autor, la obra publicada y las referencias hemerográficas o críticas.

La importancia de cada autor resalta, así, por la magnitud de la obra y por la repercusión que ha tenido. El artículo de Rulfo tiene 35 páginas; el de Alfonso Reyes, 40. Casi lo alcanza Rulfo, a pesar de la diferencia generacional y la magnitud de la obra de Reyes. Frente a estos grandes, hay muchos escritores muy jóvenes que empiezan a sobresalir. Las páginas del Diccionario muestran objetivamente la dimensión de cada escritor, y constituyen una fuente inapreciable para estudiar la recepción que ha tenido cada obra, sin exclusiones arbitrarias o criterios siempre muy discutibles
de gusto personal. En todo ello radica el éxito de esta obra excepcional y su enorme valor para la historia de nuestra literatura.

La crítica moderna, sobre todo a partir de la teoría de la recepción, sostiene estos criterios. Cuántos autores hay en nuestros días que no son reconocidos porque no están dentro del canon vigente, pero que esperan a su lector virtual, que quizás no haya nacido todavía. La historia de la literatura debe ser entendida siempre como un plasma en incesante movimiento. De pronto un autor, poco valorado hace unos años, resurge, se
levanta y se impone, y qué importante que estén ahí, esperando, en este enorme 'horno genitor', como lo habría llamado Alfonso Reyes.

En este tomo, que hoy presentamos, hay escritores hasta hace unos pocos años olvidados, pero que hoy están creciendo en la crítica y se convierten en figuras apreciadas, a veces por su vena paródica o su entraña popular. Es el caso de autores como José Rubén Romero, entre muchos otros.

Pero hay algo, sobre todo, que debe ser reconocido. Es la primera obra de esta magnitud, en toda nuestra historia literaria, que se concluye. Hubo otros grandes esfuerzos, desde el período colonial, que se quedaron inconclusos, desde la Bibliotheca Mexicana de Eguiara y Eguren, en el siglo XVIII, la Biblioteca de Beristáin y Souza, en el siglo XIX, o el proyecto de Francisco Pimentel en el mismo siglo. El Diccionario de Escritores Mexicanos ha sido la mejor herencia que el siglo XX dejó al siglo XXI, en lo que respecta a nuestras letras. En ese siglo, que llamamos ya pasado, hubo muchos otros esfuerzos historiográficos, pero ninguno que hubiese alcanzado su culminación. Incluso la grandiosa Bibliografía de bibliografías mexicanas
de Agustín Millares Carlo y José Ignacio Mantecón, grandes sabios y eruditos, se quedó esperando su segundo volumen.

No puedo dejar de referirme a la calidad ética e intelectual de Aurora Ocampo, que ha sido la base fundamental para realizar esta empresa. Aurora ha trabajado siempre con rigor y honestidad, siempre realizó su trabajo académico con sabia modestia y sencillez, nunca se aprovechó del trabajo de los demás, ni de otros estudiosos ni mucho menos de sus colegas. Nunca se apropió de una sola línea ajena, ni le disputó a nadie su tema de investigación, ni saludó con sombrero ajeno, conductas lamentables que hoy vemos con frecuencia ensombrecer la vida académica. Por eso sobre todo
respeto y admiro a mi amiga y colega Aurora. Su trabajo ha sido siempre impecable, y nadie puede reprocharle nada; es, sobre todo, una persona buena y un ser humano ilimitadamente generoso.

Cuando planeó el nuevo Diccionario respetó el trabajo realizado por Ernesto Prado. Fácil le hubiera sido actualizar las fichas del siglo XIX, para apropiarse de todo el Diccionario, pero no lo hizo por respeto al colega, aún cuando él había fallecido. El siglo XIX quedará para otros, que legítima y honestamente decidan continuar la tarea del maestro Prado y, naturalmente, le otorguen el crédito que le corresponde.

Cuando formó su equipo de colaboradores, como ella justamente los llama, a quienes adiestró en las técnicas de la investigación biblio-hemerográfica, les otorgó siempre su crédito, a ninguno le quitó su mérito, y cada ficha lleva la firma de quien la elaboró. Fue esto también una gran oportunidad para ellos, que se familiarizaron con los escritores, su obra y su repercusión crítica. Por eso el trabajo de investigación de Aurora ha sido también eminentemente formativo.

Veo con mucha alegría, por el Centro de Estudios Literarios, donde yo también me formé, que esta obra ha llegado a su culminación y que será fuente de incontables y fecundos trabajos para la historia y la crítica de la literatura mexicana.

Muchas gracias, Aurora por esta obra que nos será de tanta utilidad, y por tu gran ejemplo de trabajo académico serio, honesto y generoso.

http://aurora-m-ocampo.blogspot.com

Ocampo en Viernes de Lectura


Ocampo en Viernes de lectura
miércoles, agosto 13, 2008
Aurora M. Ocampo en Viernes de lectura

Diccionario Mexicano de Escritores

Viernes 15 de agosto 2008, 18:00 horas

“Viernes de Lectura” tres años

El ciclo “Viernes de lectura” comienza un nuevo ciclo en su tercer año de actividades, como un espacio privilegiado y de encuentro con grandes personalidades de la literatura, la historia y la investigación académica de México. El 7 de octubre de 2005, Viernes de Lectura dio inicio con la presencia de Carlos Montemayor. Desde entonces han participado más de noventa ponentes. Escritores como Juan Villoro, Carlos Monsiváis y Rosa Beltrán, poetas como Sergio Mondragón, David Huerta y Francisco Hernández, historiadores como Javier Garciadiego y Eugenia Meyer, entre muchos otros, han contribuido a crear un espacio de encuentro único en Coyoacán. Aunque ideado como un espacio para discutir sobre libros de literatura, en “Viernes de lectura” ha sido constante la participación de académicos de distintas ramas del conocimiento. Fuera de cambiar su carácter, el evento se ha visto enriquecido con aportaciones de arqueólogos, juristas, economistas, antropólogos, cineastas, entre otros, que han logrado insertar sus temas de trabajo dentro de una discusión mayor que incluye a toda la sociedad mexicana.

Para celebrar este recomienzo contaremos con la presencia de la maestra Aurora M. Ocampo, que durante casi veinte años ha dirigido el proyecto del Diccionario de Escritores Mexicanos en el Centro de Estudios Literarios del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM. La cita, este 15 de agosto de 2008, es para celebrar la aparición del noveno y último tomo del Diccionario, así como para conversar con la investigadora sobre toda una vida dedicada a la literatura, y sobre sus recuerdos de seres entrañables para la literatura mexicana como Julio Jiménez Rueda, María del Carmen Millán, Rosario Castellanos, Julio Torri, Agustín Yánez, José Luis Martínez y Antonio Alatorre.

Aurora Maura Ocampo Alfaro nació el 15 de enero de 1930 en Guadalajara, Jalisco. En 1954, después hacer estudios de arquitectura, decidió hacer una maestría en letras. Fue cofundadora del Centro de Estudios Literarios de la UNAM, donde ha sido profesora, asesora, directora e investigadora. Por varios años, su principal actividad se encaminó a la redacción de las obras Novelistas iberoamericanos contemporáneos y -en colaboración con Ernesto Prado- el Diccionario de escritores mexicanos (1967). Es autora de: Índices de El Domingo, revista literaria mexicana (1871-1873) (en colaboración, 1959); Literatura mexicana contemporánea: bibliografía crítica (1965); Diccionario de escritores mexicanos. Siglo XX (1988), y la selección, introducción y notas de Cuentistas mexicanas: siglo XX (1976), La crítica de la novela iberoamericana contemporánea (1973) y La crítica de la novela mexicana contemporánea (1981).

Viernes de lectura continuará con la presencia de los investigadores Jorge Valdés Díaz-Vélez, el 22 de agosto, Alejandro González Acosta, el 29 agosto y Guillermo Hurtado el 5 septiembre.

Cada sesión tiene un costo de 25 pesos para todo público, no se requiere inscripción previa ni haber leído alguna obra de los autores.

La cita es de 18:00 a 20:00 horas en Av. Presidente Carranza 162, casi esquina con Tres Cruces en Coyoacán. Mayores informes en los teléfonos 56 58 11 21, 55 54 55 79 y 55 54 85 13; difhum@servidor.unam.mx; www.cashum.unam.mx

Fuente:
http://lectorio.blogspot.com/2008/08/ocampo-en-viernes-de-lectura.html
http://aurora-m-ocampo.blogspot.com

El amanecer de una nueva Era. Charla

Foro Escritores Mexicanos
www.egrupos.net/grupo/dem

El amanecer de una nueva Era (1).

Por Aurora M. Ocampo Alfaro

A María Rosa Palazón por su nuevo libro
¿Fraternidad o dominio? (2).

Antes de empezar a poner a consideración ante ustedes este texto, quiero, a manera de antecedente, decirles que sabiendo que estaba a punto de salir de la imprenta el noveno y último tomo del 'Diccionario de escritores mexicanos. Siglo XX', que me honro en dirigir, en nueve volúmenes, los cuales abarcan a los escritores cuyos apellidos van de la A a la Z, pensé en hablar en este Quinto Encuentro de la Red Mexicana de Conciencia de lo que significa para mí el ver terminada esta primera etapa de una investigación sobre los escritores mexicanos de la pasada centuria, investigación que empecé desde la elaboración, con Ernesto Prado, de la primera edición en un solo volumen que vió la luz pública en 1967, y que tuvo su antecedente en mi tesis 'Literatura mexicana contemporánea', publicada en 1965, la que a su vez empecé a investigar desde 1962 y aún antes, desde que se fundó el Centro de Estudios Literarios de la UNAM, la Universidad Nacional Autónoma de México, en octubre de 1956… Toda una vida…

Pensaba desarrollar la pregunta ¿Qué me ha dejado a mí, como ser humano, el estudio de la literatura de nuestra América?. Y digo de 'nuestra América' como Martí, porque desde que cursé el doctorado en la década de los sesenta, me di cuenta que la literatura mexicana era sólo parte de un todo: la literatura iberoamericana. Esto me lo hizo ver Rosario Castellanos, a la que seguí en sus clases por años, al grado que me bautizó con el nombre de 'su alumna de tiempo completo'; me pidió después que fuera su ayudante y, más tarde, que la supliera en sus clases cuando se fue de embajadora de México a Israel, mismas que imparto desde su prematura muerte, a los cuarenta y nueve
años (¡tenía todavía tanto que decir!)…

Y bien ¿Qué relación tiene el haber estudiado, escrito y dado clases desde entonces sobre la narrativa iberoamericana del siglo XX, con el texto que hoy les comparto 'El amanecer de una nueva Era' y con la lectura del libro de María Rosa Palazón que originó este texto? Trataré de explicarme.

Vengo dando clases desde 1956 y desde que fui ayudante de las clases de
Rosario a finales de los sesenta, sólo de literatura iberoamericana, especialmente de su narrativa en el siglo XX. Precisamente para mis alumnos publiqué la 'Bibliografía crítica de los novelistas iberoamericanos' de ese siglo, y las antologías de 'La crítica de la novela iberoamericana', de la 'Novela mexicana' y la de 'Cuentistas mexicanas', y ha sido en mis clases (más que en mis investigaciones, las cuales han sido permanentes), en las que me he dado cuenta que para entender a cabalidad los textos de un Carpentier, Borges, García Márquez, Onetti, Rulfo, Fuentes, Rosario
Castellanos, Roa Bastos, Octavio Paz, Vargas Llosa, León Felipe, Inés Arredondo, Pellicer, Cortázar, Bonifaz Nuño, Elena Garro o Ernesto Sábato, por citar sólo a algunos, era necesario adentrarme en lo que ellos conocían muy bien, las antiguas tradiciones de la humanidad, los conocimientos esotéricos de esas tradiciones… Últimamente leí a Iván Illich y a Javier Sicilia. Algo escrito recientemente por este último sobre 'El gozo de la palabra'*, explica mejor que yo esa relación de la que les hablaba líneas atrás… Cito, mejor dicho resumo y parafraseo:

'La literatura es una plegaria al misterio que la posmodernidad ha desmantelado: una plegaria que clama y encarna el sentido y su trascendencia. Dostoievski escribió, pensando en el nihilismo que veía aparecer en el horizonte de las ideas modernas: 'la belleza --y la gran literatura (3), es ante todo BELLEZA-- los hará libres'. Una paráfrasis de las palabras de Cristo: La VERDAD os hará libres'.

La BELLEZA no es esa verdad, nos sigue diciendo Sicilia, de las grandes ideologías que, creyendo que poseían toda la interpretación del sentido de lo real, nos llevó a la Inquisición, a Auschwitz y a los gulags soviéticos; tampoco es la debilidad posmoderna que, temerosa de las grandes interpretaciones de la modernidad, niega el sentido hasta diluirlo en nada y conducirnos a la disolución y a la ausencia de límites que viven nuestras actuales sociedades.

La BELLEZA, en cambio, dice, como la modernidad, que hay sentido, es decir, verdad, pero que ese sentido, esa verdad, no puede decirse absolutamente. La BELLEZA, la LITERATURA, simplemente lo insinúa, lo vela, a través de una forma, de un lenguaje, para revelarlo en sus inmensas y profundas capas de sentido.

La BELLEZA, por lo tanto, no es la verdad dura de la modernidad ni la debilidad inane y desértica de la posmodernidad, sino el justo equilibrio, la plegaria que permite al sentido, al VERBO, encarnarse, decirse a través de múltiples rostros… Una frase de Lanza de Vasto, el gran discípulo católico de Gandhi, puede resumirlo mejor: 'La BELLEZA es las muchas habitaciones en la casa del Padre', es decir, las muchas habitaciones de la VERDAD que, en su infinitud, sobrepasa la verdad de las grandes ideologías y que sólo tocan y revelan los grandes místicos y las joyas de la gran
literatura…' (4).

Hasta aquí dejo el antecedente de lo que aquí he venido a exponer ante ustedes, y entro en materia:

No sólo tú, María Rosa, con la que coincido totalmente, estás ávida de esa profecía de una sociedad fraterna, de esa 'noche de júbilo' que nos dejará 'cansados y felices, en los linderos de la aurora', de lo que yo intuyo como el amanecer de una nueva Era…

Estamos todos los que pensamos y somos muchos, te lo aseguro, en las necesidades de tantos seres humanos para su subsistencia y convivencia en armonía y paz sobre la Tierra, respetándonos nuestras diferencias y culturas. Inclusive aquéllos a quienes les preocupa sólo satisfacer sus propias necesidades diarias, ellos también, unos más otros menos, ven, sienten, presienten que algo anda mal y no sólo mal sino que, sin pausa, va de mal en peor, sin que se vislumbre alguna posibilidad de cambio en un
futuro cercano. A todos ellos debemos acercarnos. ¿Cómo? Preguntándonos como
tú lo has hecho en tu libro, cada quien con sus propias palabras o interpretando las de otros que nos han motivado a hacerlo…

Una pregunta obligada que nos invitaría a reflexionar sería:

¿Por qué parece haber fracasado la humanidad, a pesar de que la Sabiduría de Aquél/Aquella que lo rige todo ha puesto en sus manos, en estos últimos cien años, más conocimientos que en toda su historia?

Cualquiera que sepa observar su entorno y reflexionar en todo lo que sucede a diario y escucha a su prójimo, o el que sabe un poco de historia y analiza lo escrito en la gran literatura, o el que simplemente le gusta leer o investigar en las tradiciones de pueblos antiguos y recientes, no puede negar que, a la vez que todo anda mal, hay detrás una Sabiduría infinita que el hombre ha definido y dado formas acorde con sus limitados conocimientos de sí mismo…

El hombre en realidad no ha inventado nada, lo que ha podido desarrollar en el campo de la ciencia y la tecnología es gracias a esa Sabiduría que lo ES TODO, la que está en todo, la que nos permite a través del arte entenderla, esa Sabiduría en la que vivimos, nos movemos y SOMOS. Recordamos lo que en ÉL/ELLA sabemos. Lamentablemente la humanidad l@ ha limitado, l@ hemos bajado a nuestro nivel. Estamos llenos de prejuicios, de miedos, de egoísmo; ambicionamos el dinero y el poder y lo hemos encerrado en religiones institucionalizadas, en templos, en formas humanas. L@ hemos
utilizado para amedrentar, sojuzgar, someter y hasta para ¡matar en su nombre!

Ocultamos bajezas y ambiciones personales tras apariencias de ser y actuar como intermediarios o representantes de ÉL, presentándolo como implacable, celoso, vengativo y soberbio…

¿Cómo es posible que viendo morir a los que nos rodean y sabiendo que nadie se salva de la muerte, que viendo a tantos nacer, crecer y multiplicarse para llegar a lo mismo, muchos no se hayan aún planteado las preguntas eternas?: ¿Por qué, para qué hemos venido a este mundo? ¿Cuál es nuestra verdadera misión en esta Tierra?

Sabemos que muchos filósofos han especulado sobre ellas, a lo largo y ancho del mundo. Miles han escudriñado la Naturaleza, han indagado en sus secretos. Precisamente a ello se debe el adelanto actual alcanzado por la ciencia y la tecnología. Pero, qué es lo que vemos: Un mundo en el cual el abismo entre la riqueza y la pobreza es cada vez mayor, cada vez hay más pobres y los ricos que son los menos, cada vez más ricos; día a día crece el número de desempleados, la educación se adecúa a intereses económicos y políticos, son pocas las universidades como la nuestra, la Universidad
Nacional Autónoma de México, que se interesan por igual en las ciencias como en las humanidades.

¿Se ayuda en orientar a la juventud hacia un espíritu de servicio y respeto al prójimo?

Observemos también como en la mayor parte de nuestro planeta crece la ambición de poder y control de las materias primas en aquellos que rigen el destino de las naciones, tanto en regímenes que presumen de democráticos como en los dictatoriales.

¿A intereses de quiénes sirven los que están al frente de la justicia, de las fuerzas de seguridad, del gobierno? Preguntémonos esto ¿A los intereses de quién?

¿Qué pasa con los niños y jóvenes abandonados a su suerte, con los niños de la calle de todas las ciudades del mundo, expuestos a enfermedades, desnutrición y explotación? ¿Qué pasa con los huérfanos? ¿Con las madres solteras cada vez más jóvenes, casi niñas, sin preparación ni medios para afrontar la crianza y educación de sus hijos? ¿Qué pasa con los suicidas, con los drogadictos, de los cuales su número va en aumento, a la par que la delincuencia? ¿Qué con el aumento de la producción mundial y la caída de la demanda, la cual genera competencia cada vez mayor, desleal y corrupta? ¿Y qué haremos con los cientos de males que afectan a la humanidad en todos los niveles en esta sociedad de consumo, a la que sólo le interesa el mercado?

¿Cómo vamos a liberarnos de todo esto si aquéllos que conducen al mundo a través de la política, de una pseudo-justicia, seguridad, economía, educación, orden, religión, etc., no han hecho otra cosa mas que buscar el control, el poder y el dinero? Estos no han hecho ningún esfuerzo para descubrir quiénes SOMOS realmente, ni para qué estamos en este planeta, ni cuales son nuestras reales necesidades y derechos…

Hasta ahora los seres humanos han creído en políticos de diversas orientaciones ideológicas; han creído en economistas, en religiosos, en filósofos, en dictadores, en demócratas y han peleado entre sí por las ideas o creencias de los que han seguido, por lo que lo único que vemos como resultado son cientos de millones de muertos…, vemos cómo los que tienen el poder y el dinero ignorando el hambre de los pobres del mundo mantienen guerras para controlar las materias primas de otros países… Vemos, que no sólo son asesinos los que matan en las guerras sino también lo son, y aún
más, los que ordenaron hacerlo.

Entender a los manipulados, explotados, empobrecidos, que en su desesperación se lanzan a defenderse con las armas.

También hemos actuado como tales los que con tímidos pensamientos y sentimientos hemos alentado y alimentado desde nuestra indiferencia y nuestro silencio a los que explotan y matan a sus semejantes…

¿Por qué no recordar entonces y poner en práctica lo que en nuestra mente y corazón están grabados?: El amaos los unos a los otros; ¿No estamos acaso convencidos de que sólo el AMOR salvará al mundo? Él nos mostró el camino del AMOR a través del servicio y la tolerancia, jamás invitó a nadie a seguirlo para someter o matar a otros en su nombre. Esta Era de creer toca a su fin y, como se telescopian el invierno y la primavera, en este final de una Era se vislumbra ya la siguiente, la Era de Saber, de la Sabiduría, la Era Fraterna, María Rosa, de una nueva aurora.

Aurora M. Ocampo
15 de noviembre 2007

1. Síntesis de la ponencia que presentó la autora en el V Encuentro de la Red Mexicana de Conciencia, llevada a cabo en Casa Atzingo-La Casa de la Red, Centro Cultural Comunitario, en Cuernavaca, Morelos, México, del 13 al 16 de diciembre de 2007. www.casadelared.com

2. PALAZON MAYORAL, Ma. Rosa. '¿Fraternidad o dominio?. Aproximación filosófica a los nacionalismos'. México, UNAM, Instituto de Investigaciones Filológicas, 2007 (Ed. Especiales, 36). www.filologicas.unam.mx

3. La literatura es el arte que tiene como herramienta el lenguaje, en el
que se haya todo el saber humano.

4. Entrevista de Mario Casasús a Javier Sicilia: 'La poesía, plegaria que clama y encarna el sentido'. Primera parte, en 'Correo del Sur', Suplemento cultural dominical 50 de 'La Jornada Morelos', 21 de octubre de 2007, pp.2-3. www.lajornadamorelos.com

Fuente:
www.egrupos.net/grupo/dem
http://aurora-m-ocampo.blogspot.com

Reseña sobre el tomo IX en El Universal. Juan Domingo Argüelles


Galaxia editorial
Juan Domingo Argüelles
El Universal
23 de diciembre de 2007

Luego de más de dos décadas de investigación, recopilación de datos, redacción y revisión, llegó a su fin uno de los más importantes proyectos que, bajo la dirección y asesoría de Aurora M. Ocampo y con un dedicado cuerpo de especialistas, publicó el noveno y último volumen del Diccionario de escritores mexicanos, siglo XX: Desde las generaciones del Ateneo y Novelistas de la Revolución hasta nuestros días (México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2007).

Este tomo de más de 500 páginas que abarca a los escritores cuyos apellidos empiezan con las letras U, V, W, X, Y y Z, concluye el proyecto que arrancó en 1988. Al final, los nueve volúmenes del Diccionario de escritores mexicanos, siglo XX suman un total de 4 mil 500 páginas de información invaluable para todos aquellos que estén interesados en la historia reciente y en el estado actual de las letras mexicanas, desde los lectores ávidos y los estudiantes necesitados de ciertos datos, hasta investigadores, historiadores, periodistas y, por supuesto, escritores.

El noveno volumen, con el que concluye esta importante empresa de investigación realizada desde el Centro de Estudios Literarios del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, contó con la colaboración de Angélica Arreola Medina, Jesús Gómez Morán, Rocío González Serrano, Elina Hernández Carballido, Pilar Mandujano Jacobo, Laura Navarrete Maya, Patricia Ortiz Flores, Marcela Quintero Ayala, Carlos Rubio Pacho, Aurora Sánchez Rebolledo y, por supuesto, Aurora M. Ocampo. Además, este volumen rinde un homenaje a la maestra Laura Navarrete Maya, recientemente fallecida y quien participó en el proyecto desde su inicio.

Aurora M. Ocampo explica en la página liminar: “Como en los tomos anteriores, uno de los propósitos del Diccionario ha sido facilitar la tarea de la investigación literaria. Para ello, cada ficha de autor desarrolla un análisis objetivo en tres aspectos fundamentales: el primero ofrece los datos biográficos del escritor e información somera de su obra; el segundo, sus Obras, divididas en Bibliografía y Hemerografía, ambas clasificadas, por lo general, en orden alfabético de géneros, y éstos a su vez en orden cronológico de publicación, y el tercero, sus Referencias, clasificadas en orden alfabético de críticos”.

Añade la investigadora literaria: “Consagrado a los hombres de letras, o sea a los que han cultivado el cuento, el ensayo, la novela, la poesía y el teatro, principalmente, este tomo incluye también a destacadas figuras en el campo de la biografía, la crítica, la crónica, la filosofía, la historiografía literaria, la traducción y el periodismo, cuya obra se relaciona de alguna manera con la literatura mexicana; igualmente hemos incorporado a escritores de otras nacionalidades con residencia en el país, cuya producción total o parcialmente pertenece a nuestras letras”.

Al igual que en los ocho volúmenes precedentes, en este tomo se identifica a una figura central: es el caso de José Vasconcelos, acompañado de más de dos centenares de escritores jóvenes y consagrados, entre los cuales podemos destacar a Concha Urquiza, Francisco L. Urquizo, Rodolfo Usigli, Edmundo Valadés, Artemio de Valle Arizpe, Fernando Vallejo, Xavier Villaurrutia, Juan Villoro, Jorge Volpi, Ramón Xirau, Gabriel Zaid, Leopoldo Zea y Eraclio Zepeda.

Aunque el último volumen del Diccionario ha sido publicado ya, la tarea no se detendrá ahí: seguirá su continua actualización para que los interesados dispongan también de este valioso instrumento de consulta en formato electrónico.

Fuente:
http://www.el-universal.com.mx/columnas/69115.html
http://aurora-m-ocampo.blogspot.com

Nota periodística sobre el tomo V en El Universal

El quinto tomo del Diccionario de escritores mexicanos, S. XX

El Universal
Miércoles 03 de enero de 2001

Con una tirada de mil ejemplares, a finales del año pasado comenzó a circular el quinto volumen del Diccionario de escritores mexicanos, S. XX (México, UNAM, 2000) que está destinado a registrar la obra de los autores literarios nacidos en el siglo XX, pues abarca, según reza su propio subtítulo descriptivo, 'Desde las generaciones del Ateneo y novelistas de la Revolución hasta nuestros días'.

Publicado por el Centro de Estudios Literarios del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, este Diccionario dirigido por Aurora M. Ocampo publicó su primer tomo (que abarca de la A a la Ch) en 1988, al cual siguieron, en lógico orden sucesivo, el segundo (de la D a la F), en 1992; el tercero (que comprende únicamente la G), en 1993, y el cuarto (de la H a la Ll), en 1997.

Ahora aparece el quinto que, para decirlo con una frase taurina, debe ser bueno, pues es bien sabido que no hay quinto malo. Tiene 554 páginas y abarca a los escritores mexicanos del siglo XX cuyo apellido paterno inicia con la letra M; para ser más precisos, desde Juan Macedo López hasta Manuel Múzquiz Blanco, pasando por un amplísimo etcétera de casi 300 nombres, entre ellos los Magaña, los Martínez, los Medina, los Mejía, los Mendoza, los Molina, los Montiel, los Morales, los Moreno y los Muñoz, sin faltar, por supuesto, los muy destacados de la M: José Luis Martínez, Juan Vicente Melo, Alfonso y Gabriel Méndez Plancarte, María Luisa Mendoza, Margarita Michelena, Tomás Mojarro, Carlos Monsiváis, Francisco Monterde, Augusto Monterroso y Álvaro Mutis, entre otros.

Como es bien sabido, este Diccionario vino a llenar el vacío que dejó, al agotarse, el ?Diccionario de escritores mexicanos?, publicado en 1967 por el Centro de Estudios Literarios de la UNAM y coordinado por Aurora M. Ocampo y Ernesto Prado Velázquez. Este Diccionario incluía a 542 autores y abarcaba desde la época prehispánica (a partir de Nezahualcóyotl) hasta jóvenes autores que, entonces (fines de la década del 60) empezaban a descollar, entre ellos José Agustín y Gustavo Sainz.

Agotado ese Diccionario , durante muchos años no se contó con una herramienta similar confiable en el ámbito de la literatura. Por ello, la aparición, hace 12 años, del primer volumen del nuevo Diccionario , específicamente destinado al siglo XX, ha sido uno de los momentos dignos de encomio de la investigación filológica en México.

Su publicación, por entregas, ha sido lenta, pero también cuidadosa, o precisamente ha sido lenta porque se ha puesto cuidado y rigor en el trabajo de acopio, revisión y redacción de los datos de los autores del siglo XX que en mayor o menor medida han hecho la literatura nacional o han contribuido, desde su extranjería, con importantes obras literarias producidas en México (son los casos, por ejemplo, de Monterroso y Mutis).

Para este quinto volumen del Diccionario de escritores mexicanos, siglo XX, Aurora M. Ocampo contó con la colaboración de Angélica Arreola Medina, Rocío González Serrano, Pilar Mandujano Jacobo, Laura Navarrete Maya, Patricia Ortiz Flores, Marcela Quintero Ayala, Carlos Rubio Pacho, Aurora Sánchez Rebolledo y Eduardo Serrato Córdova.

Este equipo llevó a cabo la redacción de las entradas que incluye, por cada autor, una semblanza biográfica, una descripción de lo más relevante de su quehacer literario, una bibliografía y una hemerografía exhaustivas (ordenadas por géneros) y una parte final de referencias (lo más amplia posible), con lo cual el usuario de esta obra puede consultar sus páginas con provecho y utilidad que es lo menos que puede pedirse a una obra de consulta.

Cuando este proyecto concluya (al momento, en sus cinco tomos, lleva más de 2 mil páginas, sin contar las preliminares) tendremos en una obra generosa la nómina y la bibliografía más completa de las letras mexicanas del siglo XX.

En esta tarea es mucho lo que se debe agradecer a Aurora M. Ocampo, cuya virtud ha sido el de la paciencia, la disciplina y el rigor frente a la desmesura que significa ocuparse del amplio universo de la literatura mexicana de todo un siglo en la exhaustividad de sus géneros.

No deja de ser meritorio, también, coordinar, a lo largo de varios años, un equipo de investigadores que no siempre es el mismo pero que se aplica a una metodología seria que conduce siempre a excelentes resultados.

El 'Diccionario de escritores mexicanos, siglo XX' posee también, en su directriz, un ejercicio de valoración implícito y explícito: incluir a los autores que tienen presencia bibliográfica en las letras mexicanas y que sean los lectores quienes se encarguen de calificarlos en función del aprecio o el desafecto que tengan por su obra. Esto parecería demasiado ecléctico, pero también está visto que cuando el juicio se mezcla con el gusto y el prejuicio con el desdén, todo conlleva a la injusticia, y de esto está repleto un medio literario que no se caracteriza precisamente por su objetividad.

De modo tal que siempre será justo saludar con alegría la aparición de cada tomo de este Diccionario que es de las pocas herramientas confiables y de las pocas obras rigurosas de consulta con las que cuenta en México el periodista, el investigador y el interesado en la historia literaria del siglo XX.

Las investigaciones realizadas en el Centro de Estudios Literarios en torno a los escritores mexicanos del siglo XX -explica Aurora M. Ocampo- han crecido considerablemente, a tal grado que nos hemos visto en la necesidad de publicar en varios tomos, esta nueva edición de nuestro Diccionario. Cada volumen será más o menos igual en formato y páginas a la edición de 1967. Este quinto tomo abarca a los escritores cuyos apellidos empiezan con la letra M. Como en los tomos anteriores, uno de los propósitos del Diccionario ha sido facilitar la tarea de la investigación literaria.

Todo esto, sin duda, está enteramente logrado y merece el reconocimiento.

Fuente:
http://www2.eluniversal.com.mx/pls/impreso/noticia.html?id_nota=9198&tabla=cultura
http://aurora-m-ocampo.blogspot.com

La arquitectura de Aurora M. Ocampo. Roberto López Moreno


Por Roberto López Moreno

Aurora M. Ocampo es arquitecta de cintilos. Su construcción aérea de tan magníficamente terrestre, ha crecido en lampos y palpitares, su edificio está hecho de tiempo tiempo en sus dos tensiones, una, el recurso no renovable puesto en uso y así, renovable a través de la recuperación de personajes y hechos, y la otra, la ubicación en el espacio de lo recuperado, el establecimiento de su significado para los todos que así aprendemos y aprehendemos de nuestro espejo de papel, el más fidedigno, por ser, una vez impreso, el verdadero espejo del alma, el espejo en el que el hombre ha confiado las claves de su historia.

Muchos de los que conocen y admiran la labor de Aurora M. Ocampo como investigadora de nuestra vida literaria, no saben que la maestra realizó de 1948 a 1952, estudios de arquitectura, de ahí sus ascensiones a astrágalo y capitel, su espíritu de triángulo griego en el que suman los dos vértices terrestres para el triunfo del aéreo. O mejor, tierra que se suma y así se eleva, que se mide desde la altura, después de que el destino se adelantó a su salto. Respecto a este fenómeno de acumulación hacia la maravilla, al que nombro con la palabra Ábrara, Lezama Lima explica simplemente: "es el rayo impulsado por su propio destino".

Y desde esa esencia, desde la sustancia eléctrica de ese rayo, es como Aurora M. Ocampo ha construido su arquitectura, enteramente nuestra, por enteramente suya, enteramente de todos por venir de la altura que le designaron dos de los catetos del grecolatino triángulo. Es el mismo triángulo que dentro de los beneficios de la sección áurea después cabalgaría el hético caballero con su montura deshilada, asistido por su eterno testigo de lances.

Y como de arquitectura hablamos ahora toca referirnos a la Morada del colibrí, en donde nuevamente aparecerá la arquitectura de Ocampo desde su vector lumínico.

Aurora Maura Ocampo Alfaro, bienamada nuestra, bienquerida nuestra, bienadmirada nuestra, sea para ti y para nuestros posteriores, la inmortalidad de tu nombre.

Fuente:
http://www.robertolopezmoreno.com/presentaciones_prologos/la_arquitectura_de_aurora_m_ocampos.html
http://aurora-m-ocampo.blogspot.com

La narrativa breve de Onetti. Ensayo


La narrativa breve de Onetti
Aurora M. Ocampo, Universidad Nacional Autónoma de México

Se han publicado varios volúmenes de Juan Carlos Onetti, con el título de Cuentos completos, pero en realidad sólo han sido, la mayoría de ellos, la reunión de algunos de sus relatos.1 Monte Ávila Editores, de la ciudad de Caracas incluyó "Un sueño realizado", "Bienvenido Bob", "Esbjerg en la costa", "La casa en la arena", "Historia del caballero de la rosa y de la virgen encinta que vino de Liliput", "El álbum", "Mascarada", "El infierno tan temido", "Jacob y el otro" y "Justo el treintaiuno", diez
cuentos de los mejores del narrador rioplatense, ni duda cabe, pero que aún en 1968, fecha de esta edición, estaban notoriamente incompletos, no obstante que meses antes de ese mismo año, la misma editorial había publicado también un volumen bajo el título de Novelas cortas completas, en la que se incluía dos textos que después, en otras ediciones, serían incluidos como cuentos. Las novelas cortas de esta edición fueron "El
pozo", "Los adioses", "La cara de la desgracia", "Tan triste como ella" y "Para una tumba sin nombre". De éstas, "La cara de la desgracia" y "Tan triste como ella", son los textos incluidos como cuentos en otras ediciones, por ejemplo, la de Ruffinelli en 1972 y la de Alfaguara, España, en 1994.
La de Ruffinelli, publicada por Ediciones Corregidor de Buenos Aires,
Argentina, en su Serie Popular, número 52 fue, hasta esa fecha, la única
edición realmente completa de los cuentos de Onetti. Ruffinelli prologa
y recoge en ella 22 cuentos, incluyendo los anteriores a "Un sueño
realizado", rescatados de publicaciones periódicas. La edición de Cuentos
completos, Alfaguara, 1994 añade los relatos publicados después de 1972
más dos inéditos, en resumen 15 relatos más, lo que hace un total de 37.
Frente a esta edición, a la que le falta el ya citado "Nueve de Julio" y que
considera como cuentos a las dos ya citadas novelas cortas: "La cara de
la desgracia" y "Tan triste como ella" más otras tres: "Jacob y el otro",
"La novia robada" y "La muerte y la niña" y dos fragmentos de la primera
novela perdida de Onetti Tiempo de abrazar, cabe preguntar: ¿Por qué
entonces no incluyeron las otras tres novelas cortas de Onetti: "El pozo",
que tiene la mitad de páginas que "La muerte y la niña" y "Para una
tumba sin nombre" y "Los adioses" de similar número de páginas? Con
estas tres novelas cortas no incluidas más el cuento "Nueve de Julio", la
narrativa breve de Onetti hubiese estado, tal vez, realmente completa.
Sin embargo y después de estas reflexiones bibliográficas, esta edición
de 1994 nos ha permitido, al releer en orden cronológico las narraciones
de Onetti, comprobar la unidad e íntima interrelación que existe en su
obra, así como el hecho de que, desde sus primeros textos, el autor explora
variantes de los temas que siempre le interesaron o, tal vez, sería mejor
decir, ahonda en las experiencias que siempre lo obsesionaron.
En 1980, en el homenaje que la Universidad Veracruzana le tributara a
Onetti en Xalapa, presenté una ponencia2 que llevaba un epígrafe del
propio narrador uruguayo: "Mi literatura es una literatura de bondad".
Nada creo, es más cierto, ya que Onetti nos obliga, al leerlo, a enfrentarnos
con nosotros mismos.
En alguna ocasión Juan Carlos Onetti comentó que toda su obra
literaria aspiraba a narrar la aventura del hombre, es decir, el anhelo
excepcionalmente satisfecho, de comunión con los demás seres y con lo
que nos rodea. Nuestra existencia es, en todas sus dimensiones, una
confrontación perenne de dos elementos heterogéneos: el hombre y su
antagonista, ese 'otro' - que no es el hombre y que sentimos lo envuelve
y lo aprisiona - llamado sociedad, circunstancias (contextos según
Carpentier), prójimo, naturaleza, mundo, universo o Dios. Esa dualidad
o contraposición, es siempre una lucha, magnífico combate, cualesquiera
sean las formas y carices que adopte: angustia o alborozo, tragedia o
comedia. Esta polémica, que constituye la sustancia misma de que está
hecha nuestra vida, radica en la necesidad de que el hombre y lo que lo
rodea - extraños y heterogéneos entre sí - se hagan homogéneos, es decir,
se identifiquen. Y esta lucha es el gran tema de la narrativa de Onetti.
La empresa vital del hombre consiste, lo quiera o no, en afanarse en
identificar, en fundir el universo y su persona. Todas las dimensiones de
nuestra actuación se ocupan esencial y exclusivamente en esto. Pero hay
una que por ser la principal es a quien compete el rango supremo en el
repertorio de las actividades humanas, el conocimiento. El conocimiento
como la aprehensión del ser, de lo real por el pensamiento, y una forma,
un método de conocimiento es la narrativa misma. Forma híbrida, como
diría Sábato, porque participa de la razón y de la intuición, del sujeto y
del objeto, del consciente y del subconsciente como todo arte, pero aún
más complejo porque su instrumento es el lenguaje, el cual tiene a su
alcance todo el conocimiento humano. 'Mientras se creyó que la realidad
debía ser aprehendida por la sola razón, la literatura parecía relegada a
una tarea inferior, heredera vergonzante de la mitología y la fábula,
actividad tan adecuada a la mentira como la filosofía y la ciencia a la
verdad'. Pero cuando se comprendió, después de la revolución iniciada
por Nietzche y Schopenhauer y continuada por Freud y los surrealistas,
que no toda la realidad era la del mundo físico, ni siquiera la de las
especulaciones sobre la historia o las categorías; cuando se advirtió que
también formaban parte de la realidad los sentimientos y las emociones,
lo que se sueña y lo que se imagina, entonces se concluyó que las letras
eran también un instrumento de conocimiento, uno de los más capaces
de penetrar en el misterioso territorio del hombre. De ahí que la soledad,
el absurdo, la angustia, la esperanza, la búsqueda del absoluto, el amor y
la muerte sean los temas perennes de toda gran literatura.
Pero es evidente que se ha necesitado esta crisis mundial de la civilización
en que vivimos, este principio de apocalipsis que ya sufrimos para que
los problemas eternos del ser adquirieran su universal, su terrible y desnuda
vigencia, y es Onetti uno de los escritores contemporáneos que más hondo
los toca. Fue él también uno de los primeros en mostrar la sutil trama
que vincula lo más profundo de la subjetividad de un ser humano con lo
más externo de la objetividad y en opinar que el narrador debe tratar de
dar la descripción total de esa interacción. Los personajes de Onetti nos
van a ser revelados en su más profunda interioridad a partir de sus actos
y modales, de su apariencia física y de su conducta. En suma, la realidad
en Onetti no sólo es la externa de la que nos habla la ciencia y la razón,
sino también es ese mundo oscuro infinitamente más importante para la
narrativa del uruguayo que el otro. Ya Linacero, el protagonista de su
primera novela corta, El pozo, aspiraba a contar 'la historia de un alma,
de ella sola, sin los sucesos en que tuvo que mezclarse, queriendo o no'.
Onetti busca en el hombre su esencial condición humana, su misteriosa
relación con el mundo, intentando encontrar un sentido a su existencia
en la exploración despiadada de sus contradicciones, de sus abismos y
límites y en su enfrentamiento crucial del hombre con su otra realidad:
el ser humano del otro sexo; de ahí que uno de sus temas fundamentales
sea la mujer. Como el ser humano es el centro de su reflexión narrativa,
Onetti gusta analizarlo en dos de los momentos más críticos de su vida:
la madurez y la adolescencia.
El hombre es una realidad esencialmente insatisfecha de sí misma que
en esta sociedad de consumo en que vivimos siempre está deseando ser
otra cosa de lo que es. Ya vimos que el meollo de toda vida humana es
una ontológica nostalgia de 'lo otro', que se traduce en una permanente
tensión de lo que no se es o de lo que se pudo haber sido, o de lo que se
intuye que se puede ser. Tanto más 'sí mismo' llega a ser el hombre cuanto
más fiel permanezca al deber de 'ser otro', en el sentido de enriquecimiento
espiritual, pues lo que diferencia específicamente al hombre del resto de
los seres vivos es que su voluntad de vivir no se traduce sólo en la
conservación de la vida, sino también en su evolución espiritual, y este
deseo de perfección ético sólo se logra, para Onetti, mediante la vivencia
del amor. Sólo se podrá ser 'otro', es decir mejor de lo que se es, en la
medida en que permanezcamos abiertos al 'otro' y nos entreguemos
generosamente a su servicio, lo cual supone colaborar con él en su propio
enriquecimiento personal (en nuestro propio enriquecimiento espiritual),
ayudar al otro a ser otro.
Cada cuento de Onetti, cada novela, es un intento de explicarse, de
introducirse de lleno y para siempre en la vida, y el dramatismo de sus
ficciones deriva precisamente de una reiterada comprobación de que todo
le es ajeno, de la forzosa incomunicación que padecen los protagonistas,
y por ende, el autor, el propio Onetti, 'es el fracaso esencial de todo
vínculo, el malentendido global de la existencia, el desencuentro del ser
con su destino'. El ser humano difícilmente logra la unión con el mundo,
por lo general nuestro problema es precisamente ése. No podemos
introducirnos en la vida. De esa carencia arranca, paradójicamente, en los
protagonistas de la narrativa de este extraordinario escritor, otro camino,
otra posibilidad muy bien observada en los seres humanos, la de crear un ser
imaginario, un otro yo que se confunde con su existencia. Un ejemplo es la
creación de Brausen: Díaz Grey, en La vida breve. En el cuento "Un sueño
realizado", ya no es la intrusión de la imaginación o del sueño en la vigilia,
sino la realidad forzada a seguir los pasos del sueño. La protagonista, una
rechazada que no pudo introducir su soledad en la vida de los otros, ha
sentido sólo en un sueño lo que es ternura, comunicación, de ahí que quiera
verlo representado, realizado, y morir después.
En la entraña de sus cuentos, sólo aparentemente duros y cínicos,
agresivos en muchos casos, como gritos desesperados en busca de amor,
encontramos en los personajes de Onetti una sensibilidad que se resiste a
aceptar que la vida sea sólo corrupción y sordidez, y vuelven empecinados
la cara hacia el recuerdo de una frescura, como la protagonista del cuento
antes citado, o el de "La cara de la desgracia", para el que fue suficiente
un momento pleno de realización amorosa, para no importarle nada
después, ni siquiera que lo acusen de asesinato. El hombre, para el escritor
uruguayo, debe cuidar de sí mismo, debe buscar y salvar sus propias
esencias; todo esto se convierte en un rígido imperativo moral, puesto
que tenemos la obligación, el deber de conservar lo único que nos ha
sido otorgado: nuestro propio ser, 'cuando estamos a un paso de aceptar
que, en definitiva, sólo uno mismo es importante, porque es lo único
que nos ha sido indiscutiblemente confiado'.
Decíamos que a Onetti le interesa el ser humano, sobre todo en esa
segunda crisis de su existencia, que se localiza alrededor de los cuarenta
años, edad en la que el hombre común y corriente se encuentra fatigado
y lleno de desaliento porque no ha logrado realizarse. Es una especial
etapa en la que los seres humanos, en medio de la sociedad mercantilista
de nuestra época, nos detenemos a reflexionar y nos sentimos vacíos,
deshabitados, convertidos en mecánicas formas de vida, en donde lo
cotidiano se ha transformado en implacable rutina. Momento crucial en
que se nos hace patente que estamos agotados de representar papeles en
la vida que, en cierta forma, nos obligan e imponen los demás, cansados
de colocarnos diversas máscaras que creemos nos ayudan a ubicarnos en
circunstancias diversas. En fin, la época en que nos damos cuenta que ha
llegado el momento de realizar un rastreamiento profundo de nuestra
realidad subjetiva, de llevar a cabo una reflexión ontológica para
vislumbrar nuestro destino, detenernos, por fin, a pensar en cada uno de
nosotros como en 'un amigo al que no se ha prestado nunca la debida
atención y al que, tal vez, sea posible ayudar'.
Onetti piensa que el hombre a lo largo de toda su existencia puede
vivir muchas vidas, multiplicándose y transformándose en otro sujeto

con otras características que lo impulsen a seguir actuando dentro de
una realidad concreta, lo único latente e inmutable es su alma, su espíritu.
'Es otra cosa, nos dice, es que la gente cree estar condenada a una vida,
hasta la muerte. Y sólo está condenada a una alma, a una manera de ser.
Se puede vivir muchas veces, muchas vidas más o menos largas'. Y estas
vidas breves, más o menos largas, el narrador las recreó en cada uno de
sus cuentos y novelas, cortas o largas, en las que vivió muchas veces
hasta su muerte física, pero condenado en todas ellas a una misma manera
de ser, a unos mismos anhelos y obsesiones. Esta capacidad de
pluralización de vidas fue, en cierto modo, una búsqueda de la salvación
en cada posibilidad de enfrentarse consigo mismo, en cada una de sus
narraciones, en cada personaje, en cada hombre, mujer, niña o adolescente
de sus historias. ¿Y qué es lo que enfrenta su creador en ellas? ¿lo que
enfrentan sus personajes?: La soledad, la depresión, la tristeza, el
acabamiento, la incomunicación... la soledad, este aislamiento existencial
que el hombre suele asumir, por lo general, con angustia y desesperanza.
Para Onetti la soledad es una circunstancia vital que cada ser humano
debe aceptar en sí mismo para después superarla íntegramente. Lo mismo
dice acerca de la tristeza, es decir, el ser humano debe tener conciencia de
ella, reconocerla, amarla, comprenderla, merecerla, para quedar libre da
la amargura y la desilusión. Así pues, tanto la soledad como la tristeza
cumplen su función en tanto que nosotros nos entregamos a ellas con el
objeto de trascenderlas. La soledad es también una manera de encontrarnos
a nosotros mismos, de descubrir ciertos rostros ocultos que permanecen
silenciosos en nuestra realidad subjetiva. El hombre que se encuentra
solo tiene la posibilidad de desnudarse a sí mismo, mirando y cuestionando
cada una de las facetas que le proporcionan su ser esencial. La soledad
es, por tanto, un momento de autoconfesión, un encuento con la verdad,
un enfrentamiento con lo radicalmente auténtico, como en el caso de
Risso, del cuento "El infierno tan temido", uno de los más hermosos,
complejos y bien escritos de este increíble narrador. En este cuento son
vistos, aún más nítida y profundamente, lo que el escritor intuye de la
mujer y del amor, del hombre maduro y de la incomunicación, de lo que
somos y de lo que nos obligan y nos obligamos a aparentar ser. Analizar
este cuento equivale a hundirse en la médula del estilo y las
preocupaciones de Onetti, de sus obsesiones y de sus deslumbramientos,
en pocas palabras, del infierno de su subconsciente. Este descenso en las
profundidades del yo que nos presentan sus historias, este enfrentarse
consigo mismo sin concesiones, ha sido la salvación de Onetti. La
salvación en la escritura. La salvación por el arte.

NOTAS
1 Ni siquiera las Obras Completas de Aguilar incluyeron todos los cuentos
publicados de Onetti hasta la fecha de su edición: 1970.
La narrativa breve de Onetti 175
"La mujer en El infierno tan temido", Texto Crítico. Revista del Centro
de Investigaciones Lingüístico-Literarias de la Universidad Veracruzana,
18-19 (jul-dic, 1980), 223-34.

Fuente:
http://cvc.cervantes.es/obref/aih/pdf/12/aih_12_7_024.pdf.
http://aurora-m-ocampo.blogspot.com

Nota periodística sobre el tomo IX (2008) en La Jornada


Publican el noveno y último tomo del Diccionario de Escritores Mexicanos siglo XX

México, D.F. .- La literatura es la conciencia de un país, considera Aurora Ocampo, investigadora y catedrática de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Por: LA JORNADA
29-Marzo-2008

Con esa convicción, Ocampo concluyó una monumental obra iniciada hace medio siglo,

Se trata del Diccionario de Escritores Mexicanos siglo XX, cuyo último y noveno volumen abarca de la U a la Z y pone fin a esa colosal serie que pronto estará en circulación.

En sus páginas, la obra reúne alrededor de 2 mil 500 autores, historiadores y traductores nacionales e iberoamericanos.

Ocampo, cofundadora del Centro de Estudios Literarios de la UNAM, el cual cumplió ya medio siglo, puntualiza: “La literatura es la conciencia de un país y el siglo XX es importante para el continente iberoamericano porque, es cuando los diferentes países alcanzaron la mayoría de edad y su literatura y cultura fue reconocida –a principios de los años 40– en todas partes del mundo”.

Labor titánica e inacabable

Aurora Ocampo, arquitecta de profesión, apasionada de la literatura y docente de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, explica: “cada tomo del diccionario ofrece una biografía del escritor, además de una valoración e información sobre su obra; la idea no es juzgar, sino difundir. Por eso se utilizan una serie de abreviaturas, referencias críticas y abundante bibliografía, así como material hemerográfico”.

Los nombres de autores y las obras publicadas que se multiplican conforme trascurren los años confieren al trabajo realizado en el Diccionario de Escritores Mexicanos siglo XX el carácter de toda una “labor titánica e inacabable.”

Mientras que el primer volumen de la redición, puesto a circular en 1988, se encuentra de nuevo en proceso de renovación y actualización, recientemente salió de imprenta el último y noveno tomo con el que se cierra un ciclo de investigación literaria iniciada en 1985 por el equipo de trabajo que encabeza Ocampo.

Asimismo, se considera la distribución de discos compactos con la información publicada en los nueve volúmenes que fueron editados por el Centro de Estudios Literarios, del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM.

La ventaja de ese formato es que ahí estarán los nueve volúmenes completos y facilitará su actualización.

“En esta profusión y aparición de nuevos escritores es donde surgirán aquellos que se convertirán en clásicos.”

La primera edición del diccionario se publicó en 1967 y en ella trabajaron dos personas.

“Un compañero recopiló la información sobre los escritores de la Colonia y del siglo XIX; mientras que a mí –explica Aurora Ocampo– me correspondió la de los autores del XX.

“Fueron un total de 542 escritores consignados por ambos, de los cuales 242 eran de la época del virreinato y los 300 restantes pertenecían a mí campo de investigación.”

En ese gran diccionario, “actualmente figuran alrededor de 2 mil 500 autores mexicanos y extranjeros, entre españoles e iberoamericanos exiliados; además de otros escritores radicados en este país, quienes han influido de tal manera para que su obra forme parte de la literatura mexicana”.

Información siempre vigente

Aurora Ocampo, quien recibió un homenaje por su trayectoria en la investigación de la literatura hace unos años, dijo que el Diccionario de Escritores Mexicanos siglo XX estará siempre vigente y será una ayuda para estudiantes, maestros y todos aquellos que se interesen por las letras mexicanas.

La monumental obra ha sido fuente de inspiración para que se hayan escrito “una cantidad enorme de libros, antologías, tesis y homenajes”.

Además, entre sus páginas –ejemplificó la especialista– los lectores encontrarán quién escribió tal novela histórica, quién obtuvo el Premio Villaurrutia o qué autor es un académico.

Para renovar el contenido del diccionario y captar la mayor información sobre los autores existentes, Aurora Ocampo y su grupo trabajan en el monitoreo de publicaciones periódicas, revisión de reseñas de libros y correspondencia con diversas instituciones, además de la comunicación constante con sus colaboradores.

Aurora Ocampo quien se define como una apasionada de la literatura, también publicó en los años 70 una serie de antologías sobre las críticas literarias de las novelas mexicana e iberoamericana, además de una serie bibliográfica sobre los novelistas de Iberoamérica, cuyas obras están a la espera de que sean reditadas.

El último volumen del Diccionario de Escritores Mexicanos siglo XX será presentado en la Casa de las Humanidades, recinto cultural de la UNAM ubicado en avenida Presidente Carranza 162, colonia Coyoacán, el jueves 8 del próximo mayo a las 18 horas.

Fuentes:
http://www.vanguardia.com.mx/diario/noticia/arte/vidayarte/publican_el_noveno_y_ultimo_tomo_del_diccionario_de_escritores_mexicanos_siglo_xx/143595
http://aurora-m-ocampo.blogspot.com